Chile envejece y su impacto en la salud

Nuestra población ha sido protagonista de una serie de hechos que han alterado progresivamente su perfil estructural etario, teniendo en cuenta las variables demográficas fundamentales como son mortalidad, fecundidad y migración.

Según datos del anuario estadístico de  la Comisión Económica para América Latina y el Caribe 2016 (CEPAL), difundidos recientemente, se proyecta para 2035 que 16,9% de la población de Chile tendrá menos de 14 años y el 18,8% más de 65, con un ritmo de envejecimiento que influiría en una caída de la población total para el año 2050.

El aumento progresivo de los mayores de 65 años y la reducción en la población infantil es un escenario inverso al observado hasta ahora donde los niños son el 20,9% y los mayores de 65 años el 10,3% (2015). Factores relevantes para este fenómeno son el alza de la expectativa de vida y la caída en la tasa global de fecundidad, es decir el promedio de hijos por mujer durante su vida fértil.

Desde la perspectiva epidemiológica y con enfoque de salud de la comunidad, es posible distinguir distintas etapas en la dinámica de las poblaciones, identificándose una primera instancia caracterizada por tasas de natalidad y mortalidad elevadas que dejan una pequeña brecha para el incremento natural de la población; un segundo momento de transición donde la mortalidad inicia una baja, pero la natalidad sigue elevada, con lo que se observa un aumento de las tasas de crecimiento.

La tercera fase de transición avanzada se hace presente cuando declina la natalidad y las tasas de crecimiento se hacen cada vez más reducidas. En algunos casos las tasas de natalidad caen sistemáticamente por debajo de las de mortalidad, generando una situación de pos transición, que se expresa en tasas negativas de incremento natural de la población.

En Chile, el mayor número de nacimientos anuales del que exista registro ocurrió en la primera mitad del decenio de 1990 y se estima que cuando los chilenos seamos poco más de 20 millones, sería probable que el país alcance un crecimiento poblacional nulo.

Hoy la sociedad chilena tiene ante sí el reto de adaptarse a las demandas inherentes al ciclo de vida de las personas propio de la madurez y adultez mayor. Dicho reto impone una tarea respecto de todas las generaciones, que no sólo vivirán en un mismo tiempo, sino que también compartirán una historia presente, requiriéndose construir una sociedad para todos.

Parece sensato repensarnos considerando estos cambios demográficos como una invitación a la innovación, teniendo en cuenta elementos como el crecimiento económico, los modelos de salud, los sistemas de cuidado para personas con dependencia, entre otros.

Sin embargo, no se ve mayor preocupación por estos cambios hoy en Chile. Parece ser que cohabitamos con el acontecer diario, viviendo o sufriendo sus carencias, pero no se visualiza una perspectiva planificada de futuro, es como si dejáramos al libre albedrío el devenir que por lo demás necesita de tiempos anticipados para su adecuado abordaje.

Así como el modelo de salud se estructuró en base a potentes políticas de salud pública orientadas a otorgar atención y cuidados a los grupos mayoritarios y con mayor fragilidad cuando la pirámide poblacional era progresiva, es decir, con alta dependencia juvenil, hoy con una pirámide poblacional regresiva y con alta dependencia de la tercera edad no se ha explicitado un modelo que dé respuesta a los requerimientos derivados de tal fenómeno.

El dilema que se impone en toda dinámica de población es “crecer o envejecer”, no obstante, como sociedad tenemos que aprender a envejecer sin perder nuestra vitalidad.    

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