Todos los días escuchamos declaraciones de las autoridades del Gobierno acerca del desarrollo de la pandemia. Muchos escribimos acerca de las distorsiones que se producen en este tipo de reportes, como, por ejemplo, la siempre absurda necesidad -utilizando una excusa u otra- de reportar alrededor de un cuarto menos de los fallecidos que los que el DEIS informa. Estamos llegando a 32 mil fallecidos con y sin PCR positivo, pero se reportan alrededor de 23 mil.
Se reportan porcentajes ambiguos parar mostrar mejorías leves que no lo son, o se informan avances en algunas regiones para eclipsar la catastrófica situación en el resto del país. También se juega con la positividad al no distinguir las distintas formas de testear pacientes o potenciales contagiados, o se hacen testeos con pacientes sin síntomas y sin ligarlo a la trazabilidad.
Las distorsiones son múltiples e incluyen cambios en las definiciones e indicadores. La danza de las cifras termina confundiendo a todos y todas, contribuyendo continuamente a una muy mala evaluación del riesgo por parte de la ciudadanía a las cuales más tarde se culpa por irresponsables. Más allá de las cifras, muchas personas me escriben contando sus penurias. Es historia repetida el que no se realicen testeos para descartar contagios de personas sin síntomas a pesar de haber sido contacto estrecho, porque esto impacta en su asistencia al trabajo. Las historias frecuentemente ponen en entredicho la implementación de la trazabilidad. De modo similar, escuchamos de personas que llegan al aeropuerto y que no terminan en hoteles para cumplir con restricciones sanitarias.
Del dicho al hecho la distancia es larga. Esta historia es un ejemplo. He cambiado algunos elementos porque ella quiere que se comparta la historia, pero tiene temor de ser identificada y perder su fuente laboral.
Vivimos en una ciudad del sur y a mi marido lo mandaron el jueves pasado a casa porque un colega tuvo un PCR positivo. Desde entonces nadie se comunicó con él. Llamé a una persona que conozco en la Seremi. Recién ahí lo ingresaron a epidemiología. Pero como no tenía síntomas le dijeron que no le harían PCR. Ayer insistimos porque está con molestias en la garganta y dolor de cabeza en aumento. Dijeron que vendrían hoy pero no llegaron. En esta ciudad en ninguna parte te toman PCR sin síntomas. Excepto un vehículo que tiene capacidad máxima para 50 exámenes diarios. Él quiso ir a la clínica, pero le dicen que no puede salir. Es desesperante. Lleva 7 días aislado dentro de la casa y sin poder acceder al examen. Ni siquiera tiene respaldo de licencia médica. Demoran como 30 días, si es que la emiten. No sé si recibirá remuneración. Siento mucha impotencia. A pesar de ser afortunados, las mentiras que cuentan frustran. Me preocupa que no tenga ni un solo respaldo por estar faltando al trabajo.
La trazabilidad no requiere solo del anuncio de cuáles son los centros regionales de acopio de información, o de llamar por teléfono a una persona recientemente contagiada. La trazabilidad no es solo un porcentaje en la tecnocracia de las decisiones para relajar o extremar las medidas. Tampoco debiera ser otra manera de manejar la crisis política que produce el deterioro en el manejo de la pandemia. Mas importante de destacar es que la trazabilidad es una relación humana con personal capacitado para escuchar, para hacer una evaluación de todos los contactos estrechos y para movilizar de modo empoderado todos los recursos que permitan a las personas para aislarse de modo seguro.
Eso implica ayudar a las personas a consultar si se desarrollan síntomas, educar para definir prematuramente esos síntomas, y asesorar en el proceso de obtener licencias médicas y/o dar apoyo económico social para la alimentación, el cuidado de niños y niñas, u otras necesidades básicas. Todo con el objetivo de cuidar la salud del paciente, así como de su red familiar, de amistad, y trabajo. Sin embargo, las historias que las personas cuentan en redes y a sus familiares no parecen reflejar ello.
Al quinto día de aislamiento quedó claro que no vendrían a tomar el PCR. Días después comenzó a tener dolor de garganta y dolor de cabeza. A través de un contacto, hablé con alguien del Seremi y finalmente me dijeron que no podían venir a la casa porque estaban colapsados. En un Cesfam me recomendaron que fuera allá por un PCR. Cuando llegó al Cesfam no podían hacerle PCR porque era afiliado a una isapre. Tuvimos que llamar a un conocido y gracias a eso lo atendieron, pero tuvo que pagar 24.000 pesos. Eso no es mucho para nosotros, pero imagino que para otros sí. Al día siguiente nos dieron el resultado de PCR negativo. Fue un alivio. Hoy volvió a trabajar. Solo le han dado un certificado de alta, de la licencia no tengo idea. No sabemos si le pagaran los días de ausencia o cuando.
La forma en que históricamente, esas personas que están "más arriba", distorsionan la realidad es real y vergonzoso. Intuimos que esto no va a cambiar. Sin embargo, ya desde un tiempo a esta parte y, ahora con certeza, podemos decir que parecen hacerlo intencionadamente y que, por lo tanto, no podemos creerles y, lamentablemente, tampoco confiar en la forma en la que nos están cuidando porque, de hecho, nos están enfermando y por ende poniendo en riesgo nuestras vidas.
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