El brillo de la juventud

Escribo esta columna para las mujeres que tienen un problema muy privado, que evitan comunicarlo en su conducta diaria, y si tienen la posibilidad no lo consideran indispensable en la tarea de vivir.

Cuando llegan a la menopausia, aproximadamente un año después que las hormonas dejan de producirse en el ovario, las mujeres sienten de pronto que su sensación de envejecimiento de la piel, del cabello, de las uñas y la sequedad de los ojos, es una realidad que no tiene que ver sólo con las dificultades para dormir.

Surge un sentimiento muy particular y subjetivo, que lo viven muy a solas, de que han perdido el brillo de la juventud, la suavidad de la piel, lo sedoso de su pelo.

Esta sensación empeora cuando notan, cada vez más frecuentemente, una resequedad vaginal que se hace insoportable y que dificulta sus relaciones íntimas, con dolor, a veces con sangrado o sensación de cistitis, que las hacen reacias a continuar regularmente con su vida sexual.

La vagina, al igual que todos los tejidos de revestimiento como la piel y las uñas, se atrofia y es la causa de esta resequedad después de la menopausia.

A diferencia de los bochornos y sudores nocturnos, que muchas veces desaparecen espontáneamente en el transcurso del tiempo, la atrofia que afecta simultáneamente a la vagina, a la uretra y a la vejiga, que además es causa de infecciones urinarias a repetición, es una atrofia progresiva que se hace más y más intensa a medida que pasan los años y requiere indispensablemente de tratamiento hormonal.

Sin embargo en Chile, pese a las diversas opciones de tratamiento, que son seguros y eficaces, extrañamente sólo 1 de cada 4 mujeres buscará consultar a un médico.

Esto se explica en parte, por la divulgación equivocada sobre la terapia hormonal de la menopausia, que insinúa un aumento del riesgo de cáncer de mama, de enfermedades del corazón y de accidentes vasculares cerebrales en las mujeres que la utilizan.

Frente a estos temores que se publican, o que se difunden a través de las redes sociales, sin ninguna justificación científica, debemos afirmar categóricamente que el tratamiento con estrógenos locales vaginales no se asocia a ningún riesgo, ni en el útero, ni en las mamas, ni tampoco sistémico a través de la sangre.

Aunque la sequedad vaginal puede ayudarse con lubricantes, estos no mejoran la atrofia, ni la actividad sexual, haciéndola muchas veces soportable, pero no placentera.

Desde el punto de vista funcional de la vagina y la vejiga, y en la idea de mejorar realmente la salud sexual, el mejor tratamiento y el más fisiológico para la atrofia urogenital es el uso de estrógenos locales; que son seguros, eficaces y sin contraindicaciones formales.

Hay estrógenos como el estriol, que es el de menor potencia hormonal, que debe usarse diariamente y el estradiol vaginal que se comienza aplicando por 15 días y después se usa sólo 2 veces a la semana, lo que implica niveles en la sangre sin riesgo en general.

El consejo del ginecólogo y un tratamiento personalizado, son opciones que deben ser conocidas por la mayoría de las mujeres, para que ayuden a cambiar la actitud de otras mujeres, de sufrir en silencio sus problemas de salud urogenital.

A la par, los profesionales deben también preguntar en cada consulta, para contribuir a una salud plena en el envejecimiento.

Este es un derecho de las mujeres con respecto a la igualdad de género que las diferencia de los hombres. Por su parte la sociedad toda, no debe contribuir a difundir noticias falsas.

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