El Presidente Piñera acaba de anunciar un programa basado en el modelo islandés de prevención de alcohol y drogas, centrado en el desarrollo de actividades comunitarias para prevenir el consumo de sustancias. Sin embargo, lo que estamos trayendo a Chile parece la copia “a la chilena”, el pariente pobre del modelo islandés.
Chile el lugar de Latinoamérica con mayor consumo alcohol en menores de 18 años. Este es factor de riesgo para enfermedades mentales, del corazón, hígado y cáncer.
Representa la primera causa de años perdidos por discapacidad en personas entre 15 y 50 años. El tabaco es el tercero. Drogas ilícitas, está recién en el quinto lugar. (www.healthdata.org)
El modelo islandés, por cierto, se hace cargo del problema más grave: el alcohol. Pero no sólo con educación y trabajo en la comunidad
En Islandia, su venta es un monopolio estatal. Éste sólo abre en la semana, de 9 a 18 horas. El domingo cierra. El impuesto a destilados corresponde al 92 % del valor (en Chile es 50%, y en vinos y cervezas es 39%, incluido el IVA). A los menores de 20 años no se les vende alcohol. Más aún, la publicidad está prohibida.
Pretender que Chile, sin adoptar ninguna de estas medidas, pueda lograr lo mismo, es poco sensato. Podríamos considerar que un monopolio estatal o una restricción excesiva a los horarios de venta, podría infringir la libertad de comercio. A su vez, restringir la edad a 20 años parece absurdo en nuestra realidad, considerando que a los 18 años se puede votar.
Sin embargo, subir los impuestos es efectivo y razonable, especialmente en el caso del vino, que teniendo el triple de alcohol que la cerveza, paga el mismo impuesto.
Existe evidencia suficiente de que el bajo precio del alcohol, incentiva el consumo adolescente, más aún en un período de desarrollo donde son más vulnerables a generar dependencia.
Se estima además, que el Estado recauda sólo 59 dólares por habitante en concepto de estos impuestos, pero gasta 210 dólares por persona en tratar los problemas asociados a su consumo.
Aumentar los impuestos, permitiría por ejemplo, incorporar al AUGE, el tratamiento de dependencia de drogas y alcohol en mayores de 20 años.
Prohibir la publicidad es clave. Es imposible que un par de conversaciones en familia o clases en el colegio, puedan competir con varias horas a la semana, durante todo el año y desde la infancia, de exposición constante a imágenes publicitarias que asocian el alcohol con éxito económico y viajes.
Los mismos 500 millones de pesos anunciados por el gobierno son probablemente el equivalente al gasto de un par de meses de publicidad de las empresas más grandes productoras de alcohol.
La evidencia muestra que la publicidad incentiva el consumo de alcohol en adolescentes (Anderson et al, 2009). Por el contrario, países donde la publicidad se ha restringido como Finlandia, Suecia, Islandia o Australia, han logrado descensos significativos en sus tasas de consumo.
El alcohol se encuentra hoy en la misma situación que el tabaco en los 80. Bajos impuestos y sin restricción a la publicidad. En Chile, el consumo de tabaco bajó en 8% desde que se restringió la publicidad y se aumentaron impuestos. Eso fue el resultado de la ley, y no de un programa educativo.
La iniciativa del Presidente Piñera va en la dirección correcta, fortaleciendo el trabajo en las comunidades.
Sin embargo, sin regular la publicidad y los impuestos, Elige Vivir Sin drogas será solo una pequeña gota, sin ningún impacto, en un océano de marketing de cerveza y destilados varios.
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