La mujer sí existe

La discusión sobre el aborto en Chile, la verdadera discusión, aquella que se centra en la mujer, su autonomía y sus derechos, está reprimida. En nuestro país, las mujeres siguen siendo apresadas y condenadas, denunciadas por los equipos médicos que debieran resguardarles confidencialidad; siguen corriendo riesgos inhumanos por no contar con condiciones dignas que cuiden su salud. En nuestro país, la mirada censuradora pone el máximo rigor en las mujeres que llegan, incluso, sólo a pensar en esa posibilidad en algún momento de su vida.

Es imperativo denunciar que el debate ocasionado por la discusión del proyecto de ley actual poco contribuye al respeto de las mujeres, a apaciguar la intensidad de su sufrimiento ni al reconocimiento de su condición de ser humano digno de protección.Todo lo contrario.

Las niñas y mujeres han sido sometidas a una exposición brutal y a un trato degradante que expresa en toda su dimensión la violencia sin pudor alguno a la que las mujeres se ven expuestas.

Al día de hoy, a un año que el gobierno ha enviado el proyecto de despenalización del aborto en 3 causales, un proyecto mínimo y que solo beneficiará a un 3% de las mujeres que viven situaciones, aún no se tiene una respuesta de parte de nuestros legisladores.

Y en el transcurso de este año, hemos escuchado numerosas expresiones desafortunadas, exposiciones, argumentaciones y certezas que sitúan a las mujeres en un lugar de desubjetivación que no podemos aceptar.

El debate se ha centrado, básicamente, en torno a una problemática moral, en la que claramente las posiciones personales de los integrantes del Congreso y de las fuerzas político, económicas y religiosas que influyen en ellos, han sido puestas por sobre una consideración pública respecto al sufrimiento y el despojo de autonomía a la que se han visto sometidas. Esto ha provocado que la discusión se olvide del ámbito de los derechos y que pase a ser una discusión situada en el ámbito de las convicciones morales y/o personales que insisten en concebir a la mujer solo como un ser reproductor. Un envase, un cuerpo prestado y despojado de su psiquis, para la reproducción de la especie.

Por ello, no sorprenden las últimas declaraciones del rector de una de las universidades confesionales más importantes del país, que usa su tribuna para aseverar que debe negarse toda posibilidad de decidir de la mujer. No sorprende y sólo viene a sumarse al sin número de expresiones desafortunadas y dolorosas de otros personajes influyentes que van en la misma línea. El rector, se da el gusto de decir lo que posteriormente llama “un error personal de redacción”, que cuando se trata de la causal de violación, no debe siquiera considerarse la posibilidad de abortar ya que en ese evento la única víctima inocente es “el niño”.

Imagino que coincidimos en la brutalidad de esa afirmación, en la violencia explícita que manifiesta y en el dolor que puede ocasionar en las niñas y mujeres que han padecido de tal vulneración en sus vidas.

Esos no son errores de redacción. Esa es la nítida expresión que muestra el centro de la argumentación de los sectores que promueven la ilegalidad del aborto: la mujer, no existe.

Debemos poner un alto. Debemos poner el centro de la discusión en el lugar que realmente corresponde, en la mujer. Es un imperativo ético.

¿Por qué se evita ese lugar?

Porque ponerlo en la mujer obliga a pensar en su autonomía, en su autodeterminación, en reconocerla como ciudadana plena y, por ende, abre la posibilidad del aborto como un derecho para toda mujer y no sólo para algunas.

La mujer, es un ser humano y, como tal, una sujeto de plenos derechos. En esa dimensión ella debe tener la autonomía para decidir moral y libremente sobre un acto que refiere a su vida.

Lo he dicho hasta el cansancio, pero lo volveré a repetir: así como sería criminal obligar a una mujer a abortar, los mismos principios deben sostener que sería igual de criminal obligar a otra a no hacerlo.

En este punto,  se vuelve fundamental escuchar la voz de la mujer, en tanto es quien porta en su ser y en su cuerpo una disyuntiva vital y crítica. Es su psiquis, su vida, su subjetividad y, por lo mismo, es la sujeto que debe recibir la consideración y el resguardo de sus derechos por parte del Estado.

Son innumerables las historias de mujeres sometidas a la violencia de nuestras leyes.Mujeres sometidas no sólo a buscar atenciones precarias, sin los cuidados mínimos, sino mujeres obligadas a parir fetos muertos, a llevar en su vientre meses y meses embarazos sin viabilidad extrauterina, mujeres que son sancionadas y maltratadas por toda una sociedad –entre ella por otras mujeres- con un costo no sólo físico sino que psíquico y social inconmensurable. Las creencias religiosas y conservadoras han hecho su trabajo y las mujeres estamos pagando un alto costo por ello.

Este debe ser un tema de derechos, porque hablamos, simplemente, del derecho a ser reconocidas como sujetos en una sociedad que no se cansa de negarnos ese lugar.

La mujer, sí existe.

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