Con el significativo aumento de contagios en Chile y en la Región de Valparaíso, ha crecido también la angustia, incertidumbre e intranquilidad para las familias. El ser humano no es capaz de asimilar con rapidez procesos de adaptación o cambios violentos, provocando una fuerte inestabilidad y pérdida de control. No saber cuánto durará la crisis, ni en qué momento podríamos resultar afectados, puede ser más perjudicial que los efectos del propio virus.
El confinamiento, encierro, miedo y sensación de desprotección sanitaria - económica, claramente causa efectos psicológicos, sociales y neurológicos. Sobretodo en grupos más vulnerables, como niños y adultos mayores, inclusive ahora, en jefes de hogar que quedaron sin empleo o sin posibilidad de solventar a sus familias.
Es urgente intervenir de manera integral para evitar que el virus tenga efectos más allá de la grave enfermedad respiratoria. Necesitamos a las personas en las mejores condiciones inmunológicas, capaces de enfrentar con solvencia las complicaciones y apoyar al resto de los integrantes de su familia. Está demostrado que un deterioro en la salud mental, genera bajas en el sistema inmune y con ello, quedar más vulnerable a los efectos del coronavirus.
Aumento de ansiedad, depresión, estrés y hasta el pesimismo, podrían ser las primeras señales, influyendo en la forma de comunicarnos y relacionarnos con los demás.
En los casos más extremos o con problemas de salud mental preexistentes, se podría estar en presencia de comportamientos perjudiciales, como el suicidio o autolesiones, lo cual sería complejo de atender considerando que hospitales y recintos asistenciales estarán abocados a atender casos del Covid-19. No olvidemos las secuelas posteriores a la pandemia, donde podrían aflorar trastornos pos traumáticos y depresión severa.
Por eso es tan importante entender que la cuarentena y el distanciamiento social, no significan eliminar los contactos. Más que nunca se requiere acompañar, conversar y preocuparse por los demás, aunque sea de manera virtual. El diálogo permanente con los Adultos Mayores aleja los fantasmas de la soledad. En los más pequeños, compartir los cambios de rutinas, bajar la ansiedad y explicar los hechos con realismo y una mirada optimista, siempre es bienvenido.
El Estado debe apoyar con profesionales en el área de salud mental y aplicar modelos de contención para quienes lo necesiten, incluso de forma online.
Mientras que el mundo político, también debe fijar su atención y preocupación en esta materia, apoyando intervenciones psicológicas, basadas en recursos positivos, resiliencia y altruismo.
Se hace necesario incluir a las personas en las campañas de ayuda, reuniones comunitarias, terapias para compartir problemas en común, en definitiva, sentir que no están sólo en medio de la crisis más compleja que han debido enfrentar.
No es prudente esperar que las cifras de depresión, ansiedad o suicidios comiencen a subir, para comenzar a actuar. Evitar una crisis de salud mental, es también un desafío al cual no se puede llegar tarde.
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