Tabaco y alcohol, drogas peligrosas

Cuando la prensa busca incomodar a un candidato presidencial, un par de preguntas clásicas son acerca de marihuana. ¿Qué piensa del autocultivo, de la despenalización o del consumo medicinal?

La verdad, es que esas no son las preguntas difíciles. La marihuana está hoy lejos de ser un problema de salud pública en Chile tan grande como el de las drogas legales: tabaco y el alcohol, que son sin dudas, el principal problema en nuestro país, siendo el inicio en drogadicción para muchos y que sigue costando la vida de miles de chilenos.

Según la última Encuesta Nacional de Consumo de Drogas y Alcohol, en Chile la prevalencia en el consumo de tabaco es de 34%, alcohol 48.9%, marihuana 11.3%,

Por otra parte, es posible comparar el impacto de diversas drogas o enfermedades calculando los años de vida perdidos por discapacidad o muerte. Ese estudio, realizado en Chile por la Universidad Católica, se demostró que el  alcohol se lleva por lejos el primer lugar con un 12.6 %, el tabaco un 1.6% y las  drogas ilícitas no alcanzan el 0.1%, por debajo incluso del “sexo inseguro”.

Mientras en el debate sobre drogas no legales existe polémica respecto a cuales serían las medidas más efectivas para disminuir su uso, para el tabaco y el alcohol ya lo sabemos. Existen casos exitosos de implementación en Australia (tabaco) y Finlandia (alcohol y tabaco).

En cuanto al del tabaco, hay evidencia suficiente. Sin embargo, el gran salto legislativo aún duerme en el Congreso. Para poder disminuir de un modo efectivo su consumo es necesario establecer cajetillas genéricas (todas blancas con letras azules), prohibir la publicidad en puntos de venta, regular aun más el  expendio y publicidad cerca de establecimientos de educación básica y normar eficientemente la prohibición de fumar en espacios públicos.

Mientras que frente al alcohol, también sabemos lo que se necesita, pero a diferencia de los narcotraficantes, los fabricantes de bebidas alcohólicas sí pueden hacer lobby en el Congreso y lo hacen, dando como resultado una legislación paleolítica, que dificulta seriamente su regulación.

Y es que existen tres grandes líneas de acción que hoy están al debe: más impuestos y regulaciones en los precios, limitar la publicidad y disminuir la disponibilidad y acceso al consumo de alcohol especialmente en la población menor de edad.

En términos de la publicidad, hoy no se muestran los riesgos a la salud como como sucede con el tabaco. Los avisos de televisión y redes sociales siguen asociando el alcohol con una imagen de éxito, alegría y bienestar, tal como lo hacían las tabacaleras hace 20 años, ocultando la dura realidad de quienes padecen sus malos efectos.

Sobre los impuestos, es importante precisar que está comprobado que reducen el consumo y retrasan la primera ingesta en adolescentes de ambos sexos y de cualquier grupo socio económico, atacando así la dependencia.

Por otra parte, mientras los ingresos per cápita del alcohol son 59 dólares, los gastos del Estado asociados a daños a la salud y su impacto social se estiman en 210 dólares per cápita al año. En definitva, la venta de alcohol no genera recursos sino sólo pérdidas, lo que hace urgente este cambio en la ley chilena.

Y aun hay más medidas para proteger a nuestra población adolescente y juvenil: establecer precios mínimos de venta por litro, restringir botellas pequeñas, estandarizar la cantidad de alcohol que se vende por vaso (como sucede en Inglaterra), bajar la densidad de los puntos de venta de alcohol.

Esto último está estrictamente relacionado con el consumo en jóvenes, el aumento de niveles de agresión y otros daños como homicidios y lesiones por accidentes de tránsito.

Como librepensadores creemos que el consumo de drogas, alcohol y tabaco es una decisión personal y legítima. Si bien no pretendemos un prohibicionismo, no creemos en la promoción irresponsable de sustancias que tanto daño hacen a la población.

No nos engañemos, el problema verdadero hoy es el tabaco y alcohol. Las soluciones existen, pero requieren menos lobby y más voluntad política. Es hora que la prensa entienda que la pregunta incómoda no es sobre la marihuana, sino sobre las peligrosas drogas legales.

Co-autor Rafael Gutiérrez, PhD, MA. Psicólogo, especialista en drogas.

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