A propósito de la escena de xenofobia en una farmacia

Veo el vídeo, que registra la falta completa de decencia de una pareja frente a extranjeros, que desarrollan su trabajo en una cadena de farmacias. Me indigna y dan ganas de increparlos. Pero también veo expresiones que, en su "buena onda", la misma de la que decía Lemebel, "tengo cicatrices de risas en la espalda" se basan, se fundan, en esa soberbia de la “tolerancia”.

Como si alguna posición permitiera otorgar a otro el derecho a existir. "Son extranjeros pero son buenas personas", jueces de lo que se les escapa, que es la presencia sempiterna de lo diverso, en un país que inventa su homogeneidad negando su verdadera condición mezclada y diversa, pues desconoce que es la diversidad la que genera valor.

 ¿Se imaginan una democracia en que todos pensáramos igual e hiciéramos lo mismo? La democracia consagraría en el punto de llegada lo que ya decía el punto de partida, agregando sólo burocracia a un proceso monótono y aburrido. O como en el aserto implícito de la tecnocracia, “la democracia es buena si llega a las mismas conclusiones que nosotros”.

Pero la democracia es el crisol en que por la vía de la deliberación se funden las diferencias y se generan interpretaciones y decisiones enriquecidas por experiencias, creencias, formaciones e intereses divergentes.

Es por eso que es grave que grupos oligárquicos usurpen la representación, negando el espacio a la diversidad e imponiéndonos su propia homogeneidad. ¡No señores! No se trata de tolerar la diversidad sino de valorarla y buscarla. Mujeres, jóvenes. Pueblos originarios, personas con capacidades diversas, chilenos que viven en Chile o lo hacen afuera, pobres y ricos, inmigrantes de todos los colores, no solo aquellos en que en nuestro arribismo tonal quisiéramos parecernos o esos seudo “tipos de gerentes”.

La diversidad es a la democracia lo que la heterogeneidad genética a la evolución y al principio adaptativo. Por ello, los tristes personajes de la farmacia son el reflejo de una sociedad que se miente al espejo viendo colores que no posee, formas que no le son propias y maneras de hablar que nadie da por europeas, salvo ellos mismos.

Y que genera instituciones que consagran la discriminación al ratificar mecanismos que excluyen a lo diverso y privilegian la autoreferencia, muchas veces con la complicidad de quienes no hemos sido capaces de cambiar el espejo, por uno más sincero.

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