Aportes al análisis del movimiento estudiantil

Mirando en perspectiva la violencia observada durante las manifestaciones estudiantiles, me parece oportuno contribuir a la discusión en torno a este movimiento, desde la mirada psiquiátrica en general y adicto-lógica en particular.

Contexto.

Es probable que este movimiento sea parte de otro mayor.

Gracias a la masificación del uso de y el acceso a la información actual, que no requiere intermediarios y las redes sociales, que van más allá de las fronteras de los países, espontáneamente generan agrupaciones, tal como siempre ha ocurrido durante el desarrollo adolescente normal.

Si no lo ha notado, pregúntele a cualquier usuario de Facebook en cuántos grupos se ha inscrito.

La “red” termina convirtiéndose en algo así como la “plaza”, un lugar para juntarse, compartir ideas, organizar manifestaciones y mantenerse informado “en tiempo real”, de todos los acontecimientos vinculados al movimiento.

A esta nueva herramienta se la llama “estar conectado”, pero, contrario a lo que se suele decir (que los jóvenes se han hecho adictos a las redes sociales), ha generado una juventud más autónoma, y en ese contexto es en el que surge la movilización.

Hoy es muchísimo más fácil organizar una movilización y además el monopolio informativo que existe en nuestro país ya no controla todo lo que se puede saber de lo acontecido en una manifestación.

Por otro lado, también es parte del contexto, la disminución de la confianza en referentes sociales globales que ha ocurrido en nuestro país, como los partidos políticos o la Iglesia Católica.

Esta desidealización deriva en que la sociedad toda, no sólo los jóvenes, evolucionan de una posición emocional infantil-dependiente (como la época del “no estoy ni ahí”), a otra en la que se piensa y actúa con mayor autonomía.

Dicho de otro modo, esas instancias ayudaban y aún lo hacen, a satisfacer la necesidad básica humana de darle sentido a la propia experiencia, pero ahora las personas también buscan ese sentido directamente, sin esos intermediarios.

Este proceso de cambio, que es habitualmente visto durante una psicoterapia, se ha convertido en un elemento fundamental de este movimiento.

Haciendo una analogía con el desarrollo adolescente normal, estos jóvenes (hijos), no están pidiendo solamente más mesada (más financiamiento), están parados frente al Gobierno (padres), argumentando de igual a igual en torno a las incongruencias que ellos ven en la política educacional (inconsistencias del actuar de los padres).

Lamentablemente, hasta ahora, las autoridades han mantenido una actitud de negación de las características fundamentales del movimiento que van más allá de temas de dinero y han actuado por tanto, como si fuera “solo” un tema de adolescentes.

Si vamos aún más allá, los partidos políticos siguen en un estado de perplejidad y creo que hasta avergonzados, pues este escenario muestra que no están cumpliendo con su principal función.

Por todo esto es que este movimiento es bastante autónomo pero, no por ello, carente de apoyo y fuerza.

Por ejemplo hace poco vimos como un par de estudiantes universitarios, líderes de este movimiento apoyado por el 70% de la población, intervino en el Congreso Nacional, analizando el sistema de educación chileno con una claridad impresionante.

Fíjense que en esas intervenciones no hay más doctrina que las ideas que les parecen justas y lo que se defiende es eminentemente pragmático.

Que la sociedad está viva y evoluciona no hay duda y que siempre habrá conflictos, ok.

Pero Chile tiene un problemazo con la desigualdad y cada vez más personas toman conciencia de ella, de sus consecuencias y del sistema que la acrecienta y perpetúa.

Es una fuente de descontento permanente y creciente que se experimenta como injusticia.

Podemos interpretar la aparición de este movimiento en nuestra sociedad también como un cambio en la manera de enfrentar esa “injusticia”, desde una actitud pasivo-depresiva a una proactivo-creativa. Lo relevante es que una parte importante de nuestra sociedad se ha sentido interpretada y también ha producido que este movimiento se sienta respaldado y sólido.

Así, es fácil comprender cómo el problema de la educación ha derivado en discusiones sobre cómo está nuestra sociedad completa.

La desigualdad ha generado una demanda social contenida inmensa que al ver una salida, literalmente explota.

Por ello no es raro que en paralelo se esté discutiendo sobre la representatividad de los diputados y senadores, del sistema binominal e incluso de cambios mayores en la Constitución.

Esta masiva aparición de iniciativas, se parece mucho a lo que ocurre cuando una persona mejora de una depresión y recupera el sentido de vida, ¿Chile estaba deprimido? Es una metáfora interesante que podemos discutir más adelante.

Volviendo al tema, las reivindicaciones que surgen de este proceso, se pueden expresar de muchas formas distintas. Lamentablemente una de ellas es la violencia y la observamos a diario, expresada como conducta delictual, guerra de pandillas o actos vandálicos durante movilizaciones civiles.

Violencia en las manifestaciones.

El movimiento estudiantil no es esencialmente violento, sin embargo, existe un nivel de violencia inevitable propio del enfrentamiento entre partidarios (Ej. toma del ministerio de Educación).

Lo nuevo en este ámbito es que, cuando ocurre un enfrentamiento, ya no existe la asimetría de décadas pasadas. Por un lado, los jóvenes pertenecen a una generación nacida en democracia, se sienten fuertes y respaldados (Por ej.: sus padres marchan con ellos, la prensa alaba sus cualidades).

Por otro lado, el cuerpo de Carabineros ha sido duramente criticado y está más expuesto que lo habitual al escrutinio público (como alumno antes de un examen).

Estos factores pueden explicar en parte la inusual fuerza con la que se ha reprimido durante las manifestaciones.

Pero existe, además, otra violencia, inespecífica, la del final, la que destroza sin miramientos, la que parece solo un ataque de furia.

Si se diera el caso, una de las primeras preguntas que se haría en una entrevista psiquiátrica a estos jóvenes sería: ¿y esto (destrozos indiscriminados) Ud. los hace sólo en las protestas o también le pasa en otros contextos?

Y este es un punto fundamental: la experiencia clínica enseña que lo más probable es que estos jóvenes presenten dos características: la primera es que la conducta agresiva suele ser en ellos una reacción frecuente ante la frustración (no solo en protestas), y la segunda, que suelen sentirse fácilmente amenazados (no solo por la mala educación o la presencia de Carabineros).

Obviamente cuando ocurre que la persona además consume drogas, todo es peor. Algunos teóricos podrían incluso definir este patrón conductual como “adicción a la violencia”

Sobre el consumo de drogas en este escenario, hay que precisar que en modo alguno podría el consumo de drogas jugar algún rol en la génesis del movimiento estudiantil, pero sí puede intensificar las reacciones agresivas cuando se dan durante el efecto de sustancias o alcohol en las personas.

Sería, en todo caso, muy extremo darle al consumo de drogas un rol fundamental en estos hechos, similar a atribuirlas a efectos de clases de filosofía mal enfocadas.

La conducta agresiva en estas personas, se puede detonar por cualquier motivo, y en este caso, acorde a lo expuesto más arriba, tiene que ver con sentirse injustamente tratados por el “el sistema”.

Lo distinto es que aquí “sistema” corresponde a una entidad poco definida en la que estamos incluidos todos, y que merece ataque.

Esto del “merece”, es importante, porque ellos suelen tener la misma argumentación que tiene el movimiento estudiantil o Patagonia sin Represas, o describir igual de bien la desigualdad en Chile, o ser parte de la misma barra brava, pero el énfasis está puesto en que ellos se sienten atacados y por tanto es válido atacar.

En resumen, el movimiento estudiantil con todas sus manifestaciones (incluida la violencia), ocurre inmerso en un escenario (modelo) económico cuestionado, involucrando a una red social inusualmente amplia y portando una crítica aguda poca veces vista en nuestro país.

Algo así como la punta de un iceberg.

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