Desde que se celebraron las pasadas elecciones, en las que se eligieron a nuestros representantes en la Asamblea Constituyente, y otros cargos, ha surgido una gran cantidad de noticias y comentarios relacionada a las cuotas de género, si se compara con periodos anteriores.
En algunos se ha señalado que la asignación de cargos debiese ser por meritocracia. Esta es una postura que me encantaría apoyar, pero lamentablemente las mujeres (e incluso las minorías presentes en nuestro país), en la actualidad, no estamos bajo las mismas condiciones que los hombres, pues permanece y se perpetúa la baja representación de las mujeres en los cargos políticos, directivos y directorios en empresas.
Y esto no se debe a que las mujeres cuenten con menores competencias respecto a los hombres, o tengan menos capacidad para dirigir un país, municipio o empresa, sino que la razón radica en que no hemos tenido las mismas oportunidades, ni el mismo trato que los hombres.
Existen diversos estudios que dan cuenta de las distintas brechas entre hombres y mujeres, las cuales se generan desde la educación primaria. Uno de ellos es el publicado por la Organización de Naciones Unidas en septiembre de 2020, que se titula "Las mujeres en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas en América Latina y el Caribe". Este, entre otras cosas, muestra que la desigualdad entre hombres y mujeres alcanza el ámbito económico, cultural, social y religioso.
En relación a la presencia de mujeres en el campo de las ciencias a nivel mundial, sólo 29,3% de ellas trabaja en la disciplina y solo 3% ha obtenido un Premio Nobel en ciencias. Si bien el estudio está enfocado en aquellas disciplinas agrupadas como STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, en inglés), las conclusiones obtenidas no difieren de otras áreas. El estudio menciona que la baja representación de mujeres en la sociedad puede estar atribuida a la influencia y expectativas que ejercen los padres, los docentes y pares, en la decisión de estudios.
Adicionalmente, sobre el rol de las mujeres en la academia señala que "las mujeres también son objeto de prejuicios en los procesos de contratación, ascensos y compensación y, en comparación con los docentes hombres, ellas tienden a dedicarse más a la docencia que a la investigación".
Lo que revela este estudio no es una realidad muy lejana o exagerada. Yo dicto clases en una Facultad de Economía y Negocios. De forma recurrente, mis estudiantes mujeres me preguntan qué tuve que sacrificar para estar en la academia o si para llegar a ser gerenta o directora de una organización es necesario anular el deseo de ser madre o tener familia. Estas interrogantes, sin duda, no se generan entre los hombres. Y la evidencia es clara en este tema, dando cuenta que la paternidad no es una realidad que interfiere en la carrera o ascenso de los hombres. De hecho, desde la promulgación de la Ley de Postnatal Masculino un porcentaje muy bajo respecto del universo total de padres trabajadores ha hecho uso de este beneficio.
Volviendo al tema de la meritocracia, cabe preguntarse si solo por el mérito podríamos tener acceso a espacios en el que hoy no estamos representadas. Por lo antes expuesto, creo que la respuesta es negativa. Por eso, creo que aún son necesarias las cuotas de género, pese a que es un mecanismo de discriminación positiva. Es la manera que tenemos hoy, para avanzar en igualdad y equidad de género.
Si bien la materialización de las cuotas de género es necesaria hoy, en el futuro espero que sea algo irrisorio y las nuevas generaciones se burlen de esto. Se debe aspirar a tener las mismas oportunidades desde que nacemos y que nuestro sexo o el lugar del que provenimos -y al que aspiramos a llegar- no esté condicionado por las discriminaciones que sufriremos a lo largo de nuestra vida. Bajo este escenario, se podría pensar en una elección meritocrática.
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