El transitar de una madre

Ser madre de un hije trans me ha llevado a transitar en una de las experiencias más desafiantes y hermosas de mi vida, originando una genuina emoción de sentirme parte en la lucha de las comunidades de las diversidades y convirtiéndome en una orgullosa Madre Trans.

Ser Madre Trans exige incansablemente invocar una crianza libre de complejos, de tratamientos y prácticas especiales, prevaleciendo el autoconocimiento, la sana autoestima y la autoaceptación.

Pero también, ser Madre Trans es vivir con el miedo constante ante la alta tasa de suicidios y ataques transfóbicos que sufren a diario las comunidades diversas, e intentando explicarle a mi hije que el autocuidado es fundamental cuando el odio sobrepasa la razón y la humanidad que debiese habitar en cada persona. Esto también conlleva a interpretar las circunstancias como una oportunidad de colaboración, crecimiento íntimo y de las sociedades, abandonando el sentimiento de frustración y el sesgo de victimización.

Significa "educar a quien quiera ser educado", comprometiendo una responsabilidad adquirida para construir tolerancias y respetos mutuos.

Ser Madre Trans implica que en algún punto determinante del camino, se vivencia un profundo y doloroso duelo, cuando pierdes a un hije amado, para verlo renacer en todo su auténtico esplendor como otre. Más, desde el infinito amor materno, se va forjando una inmensa capacidad mental y espiritual de aprender del nuevo hije, comprender sus nuevas necesidades, celebrar sus elecciones, y acompañarle día a día, transformándote en un afortunado testigo de su regocijo y autorrealización cada vez que se mira al espejo y se encuentra con quién realmente quiere y siente que ES. Y con el tiempo y empatía, vislumbras que mirando fijamente dentro sus ojos y más allá de su mirada, te reencuentras con la misma esencia del niñe que viste nacer y crecer.

Porque ser Madre Trans selló en mí el valioso discernimiento de que los roles asignados al nacer son biológicos, de construcción social y estadística; y que, muy por el contrario, y mucho más allá de la conciencia individual y colectiva, más allá de lo físico y lo tangible, más allá de lo perecedero y lo divino, el ser humano es y debe ser libre y pleno para ser feliz, porque las almas de los seres humanos NO poseen género.

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