Durante mis vacaciones, caminando por la playa, me detuve a observar a mi alrededor. El lugar estaba lleno, y no pude evitar preguntarme ¿las personas con discapacidad tienen la misma oportunidad que yo de disfrutar de un descanso? Si ellas representan 17% de la población mayor de 2 años, debería ser natural que también pudieran disfrutar de su tiempo libre. Mi primera reflexión fue que muchas personas con discapacidad siguen enfrentando altos índices de desempleo, lo que les impide acceder a las merecidas vacaciones que todos necesitamos para "recargar pilas" y afrontar el próximo año laboral.
Aunque en los últimos años nuestro país ha logrado avances significativos en materia de inclusión laboral, aún queda mucho por hacer. A pesar de la existencia de la ley 21.015, que obliga a las empresas a incluir a personas con discapacidad en sus plantillas, menos de la mitad de las empresas con más de 100 trabajadores la cumplen. Si todas lo hicieran, seguramente, veríamos más personas con discapacidad trabajando y disfrutando también de su descanso.
Las barreras físicas, sociales y, sobre todo, los prejuicios, continúan dificultando la integración de las personas con discapacidad al mercado laboral. Mientras algunos de nosotros nos preocupamos por organizar nuestras vacaciones, otros luchan por encontrar un empleo que les permita soñar con tener un tiempo de descanso.
Una de las alternativas es invertir en programas de capacitación para las personas con discapacidad, empresas como la tuya pueden ser clave para cambiar esta realidad. La creación de entornos laborales inclusivos, contar con personas capacitadas y con competencias, beneficia no solo a las empresas sino que a la sociedad en su conjunto.
Quiero compartir la experiencia de un joven sordo que conocí. Me contó que su primer sueldo, tras comenzar a trabajar en una heladería a los 21 años, le permitió pagar la entrada a la piscina para toda su familia. Aunque pueda parecer algo sencillo, me dijo: "Esas fueron las mejores vacaciones de mi vida". Su historia refleja cómo el acceso a un empleo no sólo otorga dignidad, sino que cambia la vida de la persona y la de su entorno.
Esta columna es un llamado a todos nosotros, aquellos que tenemos la capacidad de incluir a personas con discapacidad en nuestras empresas, ya sea por obligación o por decisión propia. Seríamos actores clave en un cambio significativo en la calidad de vida de estas personas y sus familias.
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