El coronavirus llegó a la Región del Maule en primera instancia, pero fue en la Metropolitana donde se expandió rápidamente y en donde se concentra la mayor cantidad de contagiados.
¡Cómo no! Aquí habitamos siete millones de personas. Es una concentración de gente que, por falta de voluntad política y empresarial, debe mantenerse en esta ciudad, en la que el transporte público es el primer riesgo: dos millones y medio de viajes se realizan en el Metro a diario. Los trenes abarrotados son hace años un problema, pero hoy, en un contexto sanitario complejo, impiden que las personas estén a menos de 30 centímetros, lo que contribuye ciertamente el contagio.
Por otra parte, y acá destaco que esto no sólo ocurre en Santiago, sino también en las grandes ciudades, la concentración de personas genera más condiciones para el pánico colectivo y ello impacta negativamente en una situación tan difícil como esta.
El lunes, los centros de salud colapsaron por el miedo y ello no sólo atenta contra el auto cuidado, sino que se transforma en una mayor posibilidad de contagio.
Los grandes centros comerciales también son un peligro y por ello los empleados de los malls se manifestaron el lunes.
Se suma un hecho que habla muy mal de nosotros: muchos se han abalanzado a los supermercados y farmacias, dejando las góndolas vacías.
Al igual que con las 10 plagas de Egipto, y como lo he escrito en otras columnas, reconfirmo la necesidad de migrar hacia la tierra prometida, en este caso, hacia las regiones, lo que tiene diversas externalidades positivas en materia de descentralización.
Sin duda, un uso más inteligente y efectivo del territorio, un equilibrio en la densidad de las ciudades, una necesaria acción de las empresas para instalarse fuera de la capital y una distribución de recursos públicos realmente equitativa en todo el territorio nacional.
Probablemente en Valdivia, Osorno o Vallenar, no existe el pánico que hemos experimentado en Santiago y acá me quiero detener en la forma en que vivimos en las grandes ciudades.
En primer lugar, aunque en regiones también han sucumbido al mall por la variedad de productos y servicios que ofrecen, hay muchas alternativas a escala. El transporte público dista mucho de ser lo que es en Santiago, tiene otras falencias, pero no hay este nivel de aglomeración.
Finalmente, en materia de abastecimiento, en muchos lugares fuera de Santiago, la gente no depende del supermercado; se sabe que siempre se podrá contar con el almacén, y en localidades más rurales, el producto de aquellos que siembran papas o van de pesca ante la falta de alimentos.
Chile vive un momento difícil, con sequía, violencia (concentrada también en las grandes ciudades) y un virus inmanejable.
La historia de las 10 Plagas me resuena y me hace sentir que somos esclavos que construyen pirámides para “los faraones”, sin la necesaria retribución de satisfacción y felicidad.
Al igual que los judíos salieron de Egipto hacia Canaan, siento que es necesario que, de una vez por todas, apoyados por políticas de Estado, tomemos la decisión de salir de ciudades saturadas como Santiago y nos aventuremos a llegar a tantas Tierras Prometidas que hay a lo largo de Chile.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado