Hace casi 60 años, en 1962, el rodeo fue declarado deporte nacional. Quienes lo practican -y defienden- se adjudican las tradiciones chilenas del país como una fuente de orgullo, aún cuando evidentemente hay un ser vivo que está sufriendo.
¿Por qué a alguien le daría 'orgullo' generar sufrimiento a un animal? El rodeo es una forma muy cruda de maltrato y abuso animal que genera un morbo de espectadores, quienes pagan entradas y festinan el dolor. Además, se destinan recursos para el dolor de los seres vivos y son fomentados institucionalmente.
Cuando el candidato presidencial de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, calificó el rodeo como maltrato animal, el presidente de la Federación de Rodeo, Víctor Catán, le respondió que el mal llamado deporte "es una expresión cultural propia de los campos chilenos".
Al señor Catán le digo: el rodeo representa un negocio latifundista y una acumulación capitalista en la que los animales son sólo objeto de un espectáculo de violencia. Aunque el rodeo se malentienda como costumbre, no es un sentimiento generalizado de la población. Del mismo modo, debemos tener claro que no porque una actividad sea realizada desde los comienzos de la nación se debe defender como propia de ésta. La historia nos ha enseñado que no todo tiempo pasado fue mejor. En ese sentido, es importante demostrar la fuerza y voz de las nuevas generaciones y atreverse a cuestionar las lógicas impuestas por la sociedad.
Finalizar la cultura del maltrato a los animales a través del rodeo también tiene una arista económica y social: en 2019, el Fondo Nacional de Desarrollo Regional del gobierno regional de Santiago entregó 180 millones para proyectos de asociaciones de rodeos en varias comunas de la RM. El mismo año, Cadem reveló que 74% de los encuestados no se siente identificado con el rodeo. Un aumento de 20% en tres años, comparando la misma pregunta en una encuesta desarrollada por la misma plataforma. La tendencia es clara, la mayoría de las y los chilenos no festinamos con el dolor.
La crisis sanitaria provocada por el Covid-19 nos enseñó de la forma más dura que los recursos deben ser distribuidos equitativamente para el bien, crecimiento, desarrollo y salud de la población. El rodeo no es deporte, no es cultura y no es patrimonio; es maltrato.
A 60 años desde que se declaró el rodeo como un deporte nacional, el punto primordial es claro: esta actividad no puede seguir existiendo. En un país que clama por justicia y equidad, el respeto para todas y todos los seres, sin distinción, es necesario. Por un nuevo Chile que defienda y proteja la vida de todes.
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