El sábado 23 de junio se realizó la XVIII Marcha del Orgullo en cuatro ciudades del país. En Santiago, la convocatoria superó las 80 mil personas, habiendo quienes dicen llegó a las 100 mil personas. Más allá de las cifras exactas, que varían según quien las entregue, lo que sí es cierto es que la participación ha ido creciendo año a año, sosteniendo el reclamo por un conjunto de demandas que llevan siendo puestas sobre la mesa hace muchísimos años.
Como activista en una organización de la diversidad sexual hace ya varios años, participé de la marcha nuevamente y no puedo dejar de observar con alegría el impacto decidido que la reciente masificación de las demandas feministas ha tenido sobre las consignas presentes en la marcha.
La relación entre los movimientos feministas y los movimientos de la diversidad sexual es compleja. Las mujeres lesbianas, bisexuales y trans no se encuentran en muchos casos representadas en uno u otro movimiento. En muchos movimientos feministas, sus demandas específicas no son consideradas. El movimiento espera que el paraguas “mujer”, implícitamente heteronormado, las incluya (esto cuando no son expulsadas directamente). Aquí se reproduce la dinámica de pseudoinclusión que tanto se debate en torno al lenguaje. Se supone que este paraguas “mujer” las incluye.
De la vereda de los movimientos de la diversidad sexual, salvo que se trate de organizaciones específicas de mujeres (lésbicas, bisexuales y/o trans), las organizaciones mixtas tienden a englobar sus demandas en un paraguas de la diversidad sexual que termina reproduciendo la mirada, vivencias y demandas del varón gay.
Esto no es de extrañar, la cultura patriarcal es transversal a todas las organizaciones, y las vicisitudes que las mujeres tenemos para participar de la vida pública y política no discrimina entre tipos de movimientos u organizaciones. En la medida que más mujeres no participemos activamente en estas organizaciones, y en los espacios de toma de decisión también, será difícil incluir estos temas en sus agendas.
Es por eso que es tan importante posicionar y visibilizar a las mujeres lesbianas, bisexuales y trans dentro del movimiento, hablando de lesbo, bi y transfobia, utilizando las palabras lesbiana, lesbianismo y/o lesbiandad y no dejando que el concepto homosexualidad englobe todas las expresiones. Porque sabemos que detrás del uso de estos genéricos que el lenguaje castellano nos impone como buena forma, se reproducen las dinámicas de invibilización a las mujeres dentro del colectivo.
Para dar un ejemplo, consideremos el impulso y cobertura que recibe la ley de adopción, la cual no es comparable con el que recibe la ley de derechos filiativos.
Es que en este último caso responde a la necesidad actual (no la futura) de muchas mujeres que ya tienen vínculos filiativos en parejas que necesitan de resguardo. Pero aquí hay una diferencia entre las parejas gays y las lésbicas. Para ellos la adopción sería uno de los caminos privilegiados para armar familia, para ellas en tanto mujeres, las opciones incluyen la adopción, pero no exclusivamente, ya que podrían acceder vía fertilización asistida, o en muchos casos rearman sus familias con hijos/as de parejas previas.
La crianza a predominio materno no distingue orientaciones sexuales y cuando se produce la disolución de vínculos previos (heterosexuales), son las mujeres las que asumen en muchos casos el principal rol de cuidado, sumando a sus nuevas parejas lésbicas en las prácticas de crianza y configurando nuevas familias. Estos vínculos de apego, en la práctica muchas veces más sólidos y firmes que con sus padres biológicos, no son reconocidos.
En la marcha del pasado sábado se visibilizaron estas demandas por derechos filiativos y otras como el fin de la violencia machista y heteronormada hacia las mujeres de la diversidad sexual: “No hay orgullo sin culpables, justicia por Nicole” decían varios carteles, haciendo referencia al caso de Nicole Saavedra, secuestrada, brutalmente golpeada y asesinada por ser lesbiana en junio de 2016. Caso que no ha avanzado en su investigación ni determinación de culpables.
Aún escucho las palabras de la vocera y Directora de Educación de la Fundación Iguales al concluir el acto. Resume con claridad los desafíos que quedan por delante.
“Hemos gritado en contra de la violencia machista en toda la marcha (…) el movimiento gay se tiene que se hacer cargo que sin feminismo no hay orgullo…y no hay mujeres tranquilas en las calles. Invito particularmente a las chiquillas que están acá, a que se hagan parte de alguna organización (…) hay organizaciones para tirar al cielo… movilicémonos cabras, porque en la casa no va a pasar nada”.
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