¡Vivan las malas noticias!

Cuando existen buenas noticias, éstas son muy poco cubiertas, tal vez porque no tienen los ingredientes que se requieren para optar al privilegio de ocupar algunos centímetros en las columnas de los prestigiosos diarios nacionales.

Hace unos días se realizó en un Centro privativo de libertad, una ceremonia religiosa con la  compañía de los padres y seres queridos de los protagonistas.

Un grupo de jóvenes decidió espontánea y voluntariamente recibir el bautismo y la primera comunión. Con tan buena noticia avisamos presurosos a la prensa como regularmente lo hacemos… ¡oh sorpresa!...en medio de la vorágine de malas noticias, no apareció ningún periodista… que pena…se perdió una gran ocasión, para que en conversación con los padres y los propios jóvenes que recibieron sacramentos, la comunidad hubiese sido testigo de una buena noticia.

Jóvenes que han delinquido, ahora buscan a Dios, quizás para reordenar su pasado y comenzar un nuevo camino.

Sin embargo, parece que estas acciones no son consideradas noticia por los medios llamados a comunicar, que por esencia son los intermediarios entre el acontecer cotidiano y el público.

¿Qué habría sucedido con estos mismos medios, si uno de estos jóvenes hubiera cometido un delito deleznable?

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