Crisis vial en Santiago: la normalización de lo inaceptable

Durante el último tiempo -y ya no sé con exactitud desde cuándo- los santiaguinos hemos ido normalizando el deterioro de nuestra calidad de vida al volante. Día a día convivimos con tacos interminables en autopistas que prometieron fluidez pero hoy son ríos de autos detenidos en todo horario. Nos hemos acostumbrado a calles en reparación permanente, a desvíos improvisados y a la sensación de que cruzar la ciudad es una hazaña impredecible.

Sin embargo, lo más preocupante no son solo las obras ni la congestión: es la imprudencia vial y el individualismo extremo que han colonizado nuestras calles. Hoy parece no importarle a nadie ceder el paso, ser solidario con quien intenta incorporarse a una vía o mantener la calma para no empeorar la congestión. El "sálvese quien pueda" se ha vuelto la regla no escrita de la movilidad.

A esto se suma un vacío evidente de liderazgo y planificación urbana. En algún momento, pensar la ciudad fue un lema de campaña; hoy parece una idea abandonada. No hay una mirada integral que articule transporte público eficiente, infraestructura moderna y, sobre todo, educación vial que fomente respeto y convivencia. Santiago crece y se densifica, pero no se gobierna en términos de movilidad; se reacciona tarde y mal.

Esta crisis vial no es solo un problema de autos; es un espejo de nuestra convivencia. Si normalizamos la agresividad y el egoísmo al manejar, también aceptamos una forma de vivir donde el interés propio aplasta el bien común. Necesitamos autoridades que asuman la urgencia de planificar y ciudadanos que recuperen la cortesía y el respeto como reglas básicas para movernos.

Y si a todo esto sumamos el impacto ambiental de nuestro modelo de transporte, el cuadro se agrava aún más. Santiago necesita impulsar con decisión otros medios de movilidad que conversen con el medio ambiente: bicicletas seguras, scooters, transporte eléctrico, caminabilidad urbana y sistemas intermodales que hagan del traslado una experiencia eficiente y sostenible. De lo contrario, seguiremos atrapados no solo en el tráfico, sino también en una forma de vivir que asfixia a nuestra ciudad y al planeta.

Porque al final, la ciudad que habitamos sobre ruedas dice mucho más de lo que creemos: habla de nuestra cultura cívica, de la calidad de nuestro tiempo y de la vida que estamos dispuestos a aceptar como "normal".

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado