Cuando el silencio también es una política

Santiago amaneció con nuevas preguntas en sus calles. "¿Si la salud es primero, por qué el VIH siempre queda al último?", se lee en letras grandes sobre avenidas muy transitadas. No es una campaña electoral ni una promesa de gobierno, aunque debería serlo. Es la voz de una urgencia que se niega a desaparecer, una que AHF Chile decidió instalar en el espacio público justo cuando el país vuelve a discutir su futuro presidencial.

En tiempos de campañas, la conversación se llena de cifras, diagnósticos y promesas. Pero hay temas que, por incómodos o estigmatizados, se quedan siempre al margen. El VIH es uno de ellos. Ninguna de las ocho candidaturas presidenciales en competencia ha incluido el tema en sus programas de gobierno. Ninguna ha hablado de prevención, ni de educación sexual, ni de cómo enfrentar una epidemia que aún afecta a miles de personas en Chile. Y, sin embargo, el virus sigue ahí, avanzando en silencio.

Según datos del Ministerio de Salud, en 2024 se notificaron más de 4.300 nuevos casos de VIH. Detrás de ese número hay historias concretas: diagnósticos tardíos, interrupciones en tratamientos, miedo a la discriminación. De 30% a 35% de las personas conoce su diagnóstico cuando ya se encuentra en etapa sida, lo que significa que el sistema sigue llegando tarde. Y alrededor de 20 mil personas viven con el virus sin recibir tratamiento. No se trata de falta de medicamentos, Chile los tiene, sino de una falta más profunda: la de voluntad política sostenida.

El problema no es solo sanitario; es cultural. En una sociedad que habla de seguridad, empleo y crecimiento, hablar de VIH sigue pareciendo un riesgo. No genera votos, no da titulares cómodos. Pero callar también es una forma de decidir. Cada vez que una autoridad omite el tema, cada vez que un programa de gobierno lo deja fuera, se perpetúa la idea de que el VIH no importa, que es un asunto privado, ajeno, del pasado.

Las campañas motivadas por organizaciones como AHF Chile buscan quebrar ese pacto de silencio. Llevan el tema a las calles, a los ojos de quienes pasan apurados por el centro o esperan el semáforo en una esquina de Vitacura. Porque el espacio público sigue siendo el mejor lugar para recordarnos lo que evitamos mirar. La frase "No hay salud pública sin el VIH en la agenda" no es un eslogan: es una advertencia.

Chile no puede seguir tratando el VIH como si fuera un tema resuelto o secundario. La salud sexual debe entenderse como parte de la salud integral, al mismo nivel que la salud mental o el cáncer. Hablar de VIH no es solo hablar de prevención; es hablar de derechos humanos, de justicia social y de cómo un país decide cuidar a su población sin discriminar a nadie.

La meta de Onusida para 2030, con cero muertes por causas asociadas al sida, es ambiciosa, pero posible. Lo que falta no es capacidad técnica, sino voluntad política y compromiso sostenido. Cada campaña electoral ofrece la oportunidad de corregir el rumbo, de incluir en el debate temas que incomodan pero que salvan vidas.

El silencio, en este caso, también es una política. Y es una que cuesta vidas. Las calles de Santiago hoy funcionan como un espejo incómodo, que devuelve una pregunta a quienes aspiran a gobernar: ¿podemos hablar de salud pública sin hablar de VIH? La respuesta, aunque no se pronuncie, ya está escrita en los muros: no.

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