La distracción al volante se ha convertido en una problemática compleja en Chile. Cada año, el uso del celular al conducir cobra cientos de vidas y deja miles de personas lesionadas. Solo en 2023 se registraron 32.329 siniestros por conducción no atenta, con un saldo de 228 fallecidos. Esta cifra posiciona a la distracción como la principal causa de siniestros viales en el país y la segunda con más víctimas fatales en el tránsito.
Esta conducta, casi normalizada en la rutina diaria, pone en riesgo la integridad de todos los usuarios de la vía. Mientras el debate público se enfoca en otros problemas de seguridad, la distracción por el uso de dispositivos móviles sigue avanzando sin tregua. La tecnología, concebida para conectar y facilitar nuestras vidas, se ha convertido en una amenaza para quienes transitan por calles y carreteras, generando un escenario donde la inmediatez y la falta de concentración derivan en tragedias evitables.
A pesar de la existencia de la Ley No Chat, que sanciona esta conducta como gravísima, la fiscalización y las medidas de control han resultado insuficientes frente a la magnitud del problema. Las sanciones vigentes no han logrado frenar el hábito de revisar mensajes o mirar redes sociales mientras se conduce.
El desafío para las autoridades es fortalecer la Ley de Tránsito en su conjunto y hacerla efectiva en los ámbitos de la prevención, la fiscalización y la educación, pilares esenciales para construir una verdadera cultura de seguridad vial.
Esta tarea también nos obliga a cuestionar el modelo de gobernanza que hoy rige la seguridad vial en Chile. Surge entonces la necesidad de replantearlo con seriedad y urgencia. ¿Debiera la seguridad vial depender del nuevo Ministerio de Seguridad Pública, tal como ocurre con Senda bajo el alero del Ministerio del Interior?
La sociedad chilena no puede seguir normalizando la manipulación del celular al conducir. Esta conducta se ha transformado en una de las principales causas de muerte en el tránsito. Cada mensaje y cada notificación deben ser entendidos como segundos fatales que hoy están costando vidas.
Cada persona que pierde la vida en las vías es un recordatorio ineludible de la urgencia de un cambio profundo y coordinado. Por ello, es imperativo robustecer la fiscalización, implementar campañas de concientización y, sobre todo, asumir que el costo de la distracción es demasiado alto como para no actuar con decisión. Pero estas estrategias no pueden depender únicamente del sector transporte. Deben articularse con otras áreas clave como salud, obras públicas y educación, para abordar esta crisis de manera integral y efectiva.
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