Los hechos ocurrieron el miércoles 10 de marzo, cerca de las 16 horas. Se registró una colisión entre dos vehículos en la intersección de las calles Marathon y Rodrigo de Araya, comuna de Macul. Tras eso, los conductores se enfrascaron en una discusión, donde uno de ellos bajó de su vehículo con un martillo. El otro conductor avanzó en dirección al hombre y lo atropelló de forma intencional, provocándole lesiones graves.
Este hecho de violencia vial, de ira al volante, terminó finalmente con la muerte de la persona atropellada, tres días después del incidente. Tenía 55 años.
Días más tarde vimos una situación similar en la comuna de Providencia, donde un camión arremetió en contra de un furgón a un costado del Hospital Salvador. El vehículo mayor, en su intento por dañar a los ocupantes del otro móvil, derribó un poste sobre la vía pública.
La siniestralidad vial es uno de los mayores problemas que afectan la salud de las sociedades modernas. La problemática de los siniestros de tránsito es un tema complejo, que engloba diversas variables: al vehículo, la vía, el ambiente y el factor humano. El factor humano es considerado como el principal factor de riesgo en los siniestros de tránsito, presente en aproximadamente el 90% de ellos.
El estrés supone un hecho habitual de la vida del ser humano, ya que cualquier individuo, con mayor o menor frecuencia, lo ha experimentado en algún momento de su existencia. El estrés es una respuesta inespecífica del organismo ante una diversidad de exigencias y el más mínimo cambio al que se expone una persona es susceptible de provocárselo.
La respuesta al estrés está mediada por el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal y el eje
Simpático-Adreno-Medular que, ante un estímulo estresante, desencadenan una serie de respuestas para mantener el equilibrio del organismo.
El organismo, ante un estrés moderado, reacciona mediante un aumento en la actividad del Sistema Nervioso Simpático (aumento de la tasa cardíaca, presión sanguínea, aumento en la respiración), así como un aumento en la liberación de ciertos neurotransmisores (catecolaminas, serotonina, neuropéptidos).
Varios estudios que han medido el estrés concluyen que existe una reducción de la concentración de cerca de 12% en una situación de conducción con estrés, provocando una conducta más abstraída y agresiva. Se reduce en 20% la percepción de las señales de la calzada en estado de estrés, generando que se aumente la velocidad de conducción. Esto provoca que la atención visual disminuya 20%, con una merma en el campo visual de hasta 70 grados. Todas estas respuestas están asociadas a un aumento de la probabilidad de ocasionar un siniestro vial grave en el tránsito.
¿Cómo podemos abordar esta problemática? Resulta importante poder identificar los detonadores del estrés al conducir que están provocando respuestas irracionales en las personas, tal como lo observamos recientemente en nuestras calles en los dos casos señalados. Todo esto de cara a prevenir riesgos individuales y colectivos durante traslados.
El elevado porcentaje de participación del factor humano en la ocurrencia de siniestros viales, hace absolutamente necesario y prioritario la existencia de una estrategia de intervención enfocada directamente al conductor, con medidas bien definidas, en las que se considere que conducir un vehículo es una tarea compleja que amerita elevados grados de responsabilidad, respeto y autocontrol.
En Chile es necesario que nuestras autoridades avancen en la inclusión del estrés como un factor de riesgo en la conducción. Para esto se hace urgente incorporar herramientas válidas que lo midan de manera prioritaria y efectiva. Intervenir en esta problemática salva vidas en las calles.
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