Llevamos casi 6 meses desde que comenzó la pandemia del Coronavirus en Chile. Cuarentenas, alertas, enfermos, contagios, decesos, restricciones pasaron a ser parte habitual del día a día de los chilenos. El reporte diario del Minsal, la cesantía y los problemas económicos, lamentablemente, también.
El transporte no ha estado ajeno a la afectación de estos factores económicos y sanitarios. Muy por el contrario, la brusca disminución de la movilidad y la demanda de pasajeros han incidido fuertemente en los ingresos del sistema.
Tanto el transporte de carga, en cuanto abastecimiento de bienes, como el uso y frecuencia de transporte público han ocupado una buena cantidad de espacio en la prensa, en general desde el punto de vista del rol que juega la pandemia en la movilidad.
Esto es entendible si se considera que el transporte público está catalogado como uno de los focos de contagio más probables y la exigida distancia social ya es difícil de cumplir en tiempos de cuarentena, peor será cuando se retorne a la normalidad.
Esta pandemia puede ser una oportunidad para redefinir y adaptar los sistemas de transporte público a una nueva realidad.
Desde el punto de vista contractual, ad portas de una licitación el sistema que se licite en Santiago puede ser el puntapié de modernizar y profesionalizar en forma definitiva el transporte público en regiones.
Y debemos asumir que en el futuro la demanda por transporte colectivo difícilmente será la misma que antes del Covid –19. Mucha gente preferirá el automóvil o modos no motorizados para evitar el contagio.
A lo anterior hay que sumarle que el teletrabajo llegó para quedarse y mucha gente, que antes salía a trabajar, ahora realizará sus labores desde su domicilio. Lo mismo pasará con la gente que salía a comprar.
El E-commerce, que estaba recién instalándose, ha tenido un salto cuantitativo. Lugares que solían ser foco de aglomeraciones de personas, en el futuro cercano congregarán poca gente en dichos espacios.
De acuerdo a lo expuesto anteriormente, necesitamos con urgencia políticas de transporte para los nuevos tiempos. Chile debe aprovechar el avance de la actual licitación para solicitar a las empresas fabricantes de buses que los nuevos modelos estén ad hoc con nuevas capacidades de pasajeros permitidas. Asimismo, deberá exigir y controlar el respeto de las leyes sanitarias para cuidarnos entre todos. Al parecer, es por ello, que el gobierno ha resuelto congelar temporalmente (por 23 días hábiles) el mencionado “concurso” con el objetivo de adaptarlo a las nuevas necesidades.
Como si las dificultades expuestas fueran pocas, todo esto debe hacerse con sostenibilidad y protegiendo los empleos. Es urgente y necesario que el sistema se mantenga en el tiempo.
Chile necesita ya un diálogo transversal que ayude a rediseñar el nuevo sistema que debe venir tras la pandemia. Y esto, además, debe ser sobre la marcha y con la colaboración de todos. El llamado entonces es a ver el período de pandemia como una oportunidad para aunar criterios que permitan a los especialistas de todos los sectores ser partícipes del diseño de un nuevo espacio de movilidad acorde a los requerimientos del Siglo XXI.
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