Hace algunos días culminó en Berlín, Alemania, la 44ª Reunión Consultiva del Tratado Antártico (RCTA) y la 24ª Reunión del Comité de Protección Ambiental (CPA), cónclaves que ocupan un lugar de relieve en la diplomacia internacional, por ser un acuerdo que ha sobrevivido a la Guerra Fría y a muchas vicisitudes de la política mundial. Es por este tratado que la Antártica ha permanecido por más de 60 años como un continente desmilitarizado y libre de armas nucleares.
Por otro lado, el tratado pone en relieve la cooperación multilateral, que se manifiesta en el desarrollo de una colaboración científica y logística entre las naciones miembros del acuerdo. Esto ha devenido en investigación de clase mundial, que busca responder a interrogantes de alcance local y global, y que ha permitido a políticos, tomadores de decisión, científicos y a la sociedad civil convertirse en sujetos conscientes de la creciente importancia que la Antártica tiene en la estabilidad del sistema planetario que llamamos Tierra, pero también de la escala regional, a nivel de las naciones y sus comunidades, donde el Continente Blanco condiciona muchos aspectos de la vida cotidiana, así como determinará parte importante del futuro.
Es en este contexto, el de la RCTA y el CPA, que el Comité Mundial sobre Ciencia Antártica (SCAR, por su sigla en inglés), presentó el informe "El cambio climático antártico y el medioambiente: una sinopsis de los últimos 10 años y recomendaciones para la acción", que entrega el estado de seis dimensiones, con una visión integral y actualizada, basada en la mejor ciencia disponible y que incluye también recomendaciones explícitas de acciones para abordar esta crisis. Las seis dimensiones son: Océano, Atmósfera, Criósfera, Nivel del mar, Vida marina y Vida terrestre. Me sumergiré en algunos de los aspectos más preocupantes de estas dimensiones.
Asumiendo que la temperatura media global del planeta ha ido en constante aumento, con un ritmo más acelerado en los últimos 50 años que en cualquier momento de los últimos 2.000, se constata que es por la influencia humana sobre el clima.
En la Antártica, el informe consigna que, desde la década de 1950, la temperatura del aire cerca de la superficie se ha incrementado significativamente en el oeste y el norte de la península y en la Antártica occidental (por ejemplo, en la estación Vernadsky la temperatura promedio aumentó 0,46°C por década entre 1951-2018). La tendencia de calentamiento en el Territorio Chileno Antártico durante el último siglo es testimonio palpable de sucesivos récord de temperatura, más frecuentes en esta década que en cualquier otro momento del registro instrumental. En marzo de 2022, la estación Concordia (Antártica oriental) registró una temperatura de -10,1°C, que se ha reportado como 38,5°C por encima de las temperaturas normales para dicho lugar. La estación Vostok, en una de las regiones más frías del planeta, registró una máxima de -17,7°C, lo que supone la temperatura más alta de marzo en 65 años de registro instrumental. Las temperaturas en la estación Casey (Antártica oriental) también fueron superiores a las máximas climatológicas para marzo (registro de 33 años).
En los océanos, la temperatura global y la frecuencia e intensidad de las olas de calor marinas han aumentado a lo largo del siglo XX debido a la influencia humana. El calentamiento del océano ha sido más pronunciado en latitudes bajas, mientras la temperatura media global de la superficie del mar se ha incrementado 0,88°C desde 1900. Los océanos han absorbido más del 90% del calentamiento adicional en el sistema terrestre desde 1900.
Aunque el Océano Austral abarca solo un tercio de la superficie oceánica total, absorbe más de dos tercios del calor antropogénico del océano y la mitad del carbono antropogénico total del océano, una razón más para protegerlo.
Los niveles de oxígeno en el océano han variado a lo largo de la historia natural, sin embargo, y producto de una temperatura superficial del mar exacerbada, vive una constante disminución del oxígeno disuelto desde 1950, llevando a nuestros océanos a manifestar niveles de anoxia no observados desde la Era de los Dinosaurios, que culminó hace 66 millones de años. En las capas del océano -entre los 100 y 600 metros de profundidad- se ha observado que los niveles totales de oxígeno disuelto disminuyeron 2% entre 1970 y 2010. El reporte continúa sosteniendo que el Océano Austral experimentó la mayor pérdida absoluta de oxígeno de 37,6 picomoles por litro entre 1960 y 2010, con descensos particularmente fuertes observados a lo largo de la costa antártica.
El vasto casquete de hielo de la Antártica contiene el potencial de elevar el nivel medio global del mar en cerca de 58 metros, con aportes netos del casquete de hielo de la Antártica occidental cercano a 5,6m, mientras que el casquete de la Antártica oriental aportaría con 52,3m. Las observaciones satelitales indican que se ha producido una aceleración de la pérdida de hielo en los últimos 30 años y los modelos indican que esta aceleración de la pérdida de masa continuará de forma lineal mucho más allá de finales de siglo si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando.
La desintegración de las plataformas de hielo marino tendrá un rol fundamental en el ritmo de la futura pérdida de masa de hielo de las regiones situadas arriba de estas plataformas. Los modelos paleoclimáticos han demostrado que pequeños aumentos de la temperatura del océano pueden iniciar rápidamente la estabilización de las plataformas de hielo y fundir grandes áreas de una capa de hielo, lo que podría ocurrir en escalas de tiempo humanas y ser irreversibles.
Los casquetes de hielo de Groenlandia y la Antártica perdieron en conjunto 7.560 gigatoneladas de hielo de 1992 a 2020, constatándose mayores pérdidas de masa en Groenlandia (4.890Gt) que en la Antártica (2.670Gt). Muchos glaciares antárticos han experimentado recientemente un retroceso importante asociado a un adelgazamiento dinámico, incluidos los glaciares del casquete de hielo de la Antártica occidental, como los glaciares Pine Island, Smith y Thwaites, la península Antártica con innumerables ejemplos en las Shetland del Sur y los glaciares Totten y Denman en la Antártica oriental. Las proyecciones actuales sobre la contribución final al incremento del nivel del mar al 2100 varían según los escenarios del IPCC, en 0,02 a 0,34 metros.
He dejado para la próxima columna, una mirada a la vida marina y terrestre. Es importante señalar que el Programa Nacional de Ciencia Antártica, impulsado por el Instituto Antártico Chileno, y que consiste en casi un centenar de proyectos de alta calidad, llevado adelante por una extraordinaria cohorte de más de 400 científicas y científicos de instituciones chilenas, con gran esfuerzo y mística, se abocan hoy a abordar muchas de las preguntas generadas por el escenario que vivimos como humanidad.
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