La puesta en marcha hace cinco años del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (MinCiencia) en Chile marcó un hito: Por primera vez se institucionalizó un organismo estatal encargado de articular el esfuerzo científico para el desarrollo cultural, económico y social del país. Su propósito no es menor; se trata de alinear la investigación científica y la innovación tecnológica con las necesidades de la sociedad chilena.
Desde su creación, el MinCiencia ha sido reconocido por su carácter técnico y su distancia de las tensiones partidarias, siendo liderado, en sus inicios, por académicos con sólidas trayectorias científicas y de investigación. Tal perfil dotaba a sus decisiones de un peso intelectual y de independencia, lo cual aseguraba que el conocimiento científico fuera, por sobre todo, un servicio a la sociedad. Sin embargo, en los últimos años, esta línea técnica y de prestigio parece haber dado un giro preocupante hacia un sesgo político y superficial, una suerte de alineación con las "modas" del discurso público, en detrimento de la rigurosidad y la autonomía científica.
Uno de los ejemplos más recientes de este fenómeno es la salida de la exsubsecretaria Carolina Gainza, una decisión que ha sido interpretada por muchos como un gesto para aplacar tensiones políticas más que una decisión basada en criterios técnicos. A esto se suma el llamado a concursos para proyectos que, de manera explícita, debían alinearse con el programa de gobierno del Presidente Gabriel Boric, lo cual plantea dudas sobre la capacidad del ministerio para definir sus propias prioridades, independientes de los intereses gubernamentales.
En este contexto, cabe preguntarse ¿es hoy la ciencia en Chile realmente autónoma o se ha convertido en un apéndice de la política partidaria? La labor del ministerio debería ser precisamente resguardar esa independencia, manteniendo al Estado como garante de un conocimiento que sea patrimonio común de los chilenos, y no un mecanismo para influenciar, directa o indirectamente, en la opinión pública. La intromisión de la política contingente -aquella que responde a intereses a corto plazo- en el ministerio y sus programas erosiona la base de confianza en la institución y, más grave aún, pone en riesgo la libertad de investigar en las áreas donde Chile más necesita avanzar.
Si aceptamos, sin más, que las autoridades de ciencia y tecnología se elijan con criterios políticos, estamos allanando el camino para que en el futuro los partidos de turno decidan qué investigar, a quién financiar y cuáles áreas priorizar. La ciencia, en su esencia, no puede responder a una ideología o a los intereses de un grupo. Necesitamos un ministerio de Estado que actúe con independencia, sirviendo a Chile como un todo, y no como un medio para legitimar un discurso gubernamental de corto plazo.
En un país en vías de desarrollo, que aspira a construir una sociedad informada y sustentable, no podemos darnos el lujo de desviar la ciencia para que esté al servicio de la política. El MinCiencia debe recuperar su rol técnico y mantenerse como un espacio de excelencia, donde los criterios para dirigir la investigación y el conocimiento respondan, exclusivamente, a las demandas y desafíos de la nación, y no a los vaivenes de la agenda partidaria.
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