Hace unas semanas tuve la fortuna de conocer personalmente a Mike Maples, uno de los principales inversionistas de Silicon Valley, referente indudable de la explosión de Start Ups tan importantes como twitter.
Maples era uno de los invitados estelares del famoso evento de innovación SXSW, en la ciudad de Austin, Texas. Este tipo, de enorme prestigio y fama, vestía informal y pasaba inadvertido entre las decenas de emprendedores que buscaban ávidos descubrir las claves para alcanzar el éxito transformando el mundo.
Maples pasó inadvertido hasta que subió al escenario y comenzó a desgranar su experiencia. Dijo que la clave del cambio es entender lo que a la gente le duele y necesita y, luego, crear las soluciones. Y agregó: el 98% de las propuestas innovadoras que evalúa no tienen marco legal. ¿Por qué? Parece que las reglas caminan detrás de los emprendedores.
Sabemos que innovar es alterar, subvertir, modificar enfoques y prácticas actuales. Podemos afirmar con buenos fundamentos que innovar es anticipar situaciones, servicios, productos, sintonizar aspectos diversos e integrarlos.
Este paradigma lo encarnan, entre otros, empresas como Airbnb, Spotify, Facebook y Uber que han desafiado la manera que conocíamos de hacer negocios.
La solución a las tensiones que estas innovaciones generan, es entender la naturaleza de los cambios y escuchar las preferencias de la gente. Los consumidores utilizan lo que les funciona y les simplifica la vida. Entonces, ¿cómo avanzamos para despejar los conflictos que el cambio va generando?
La respuesta parece fácil, pero la implementación es muy compleja. Es necesario ayudar a adaptarse a los que quedan atrás. Y este dilema debe abordarse creativamente.
Si el paradigma que conocemos y prevalece se definiera en una oración, diríamos, los árboles no dejan ver el bosque.
Es hora de verlo desde el ángulo de la innovación, empezar a cambiar de paradigma y decirnos, el bosque no nos deja ver los árboles.
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