Todavía está latente en mi recuerdo cuando tuve que aprender sobre nuevas tecnologías y aplicarlas en el lugar en que trabajaba. En ese tiempo, un grupo de jóvenes lideraron los nuevos proyectos, quienes con las certezas propias de la edad y ese ímpetu que dejé atrás en mi adolescencia, me hicieron muy reticente a los cambios impuestos por la nueva savia y temer por las consecuencias.
Recuerdo el trauma que significó esa apertura. Tuve que aprender un alfabeto, un lenguaje y un código, que por la premura de las circunstancias cada día implicaba un gran desafío, cuya palabra favorita que yo pronunciaba con facilidad era no, no se puede, tengan cuidado, y acto seguido: ¡ah! Sí se puede.
Fue un interesante aprendizaje a la edad en que se camina más lento para avanzar con más seguridad.
Hay que reconocer que, a estas alturas, es preferente que las organizaciones emparejen sus brechas tecnológicas y estén acordes con el ritmo de las exigencias de la nueva era digital. Esto es un gran desafío.
En comunicaciones estratégicas se sabe que para aplicar un cambio en una institución no se debe herir la cultura organizacional, la cual es resistente a las transformaciones, por una suma de condiciones propias del ser humano.
Considero que la implementación de las nuevas tecnologías debe basarse en una estrategia de superación de las desconfianzas, acompañamiento y capacitaciones paulatinas, sobre todo cuando los integrantes no nacieron en la era digital.
Es fundamental crear un puente para que el camino de transición sea lo más cercano a la seguridad y así se sume la experiencia de los integrantes con la finalidad de evitar en lo posible cometer errores.
Para ello es importante crear en conjunto el perfil virtual de la organización y diseñar una estrategia de implementación acorde con la línea y la rigurosidad con que se trabaja internamente, tomando en cuenta la práctica para otros formatos también públicos que se utilicen.
En definitiva, quienes trabajamos en comunicaciones estratégicas y nuevas tecnologías debemos hacer alianzas entre los integrantes de la institución y conquistar la cultura organizacional, permeándola de nuevos aires, con el objetivo de sumar la tradición, la experiencia y la innovación tecnológica.
Es un camino más lento, pero menos traumático y, al final, más que restar sumar, en este nuevo aprendizaje, que es casi como aprender a escribir nuevamente.
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