El pueblo Yagán acuñó un concepto que se pierde en la noche de los tiempos: Ilaia, que literalmente significa "más allá hacia el sur", apuntando a todo lo que existía más lejos que el Cabo de Hornos, desde donde la curvatura de la Tierra (que por cierto... no es plana) y el vasto paso de Drake no dejan ver el norte de la Península Antártica, distante a 880 kilómetros. Nuestro país, hoy más que nunca, enfoca su mirada en el sur y en la importancia de la Antártica para su presente y su futuro. En gran medida nos inspiran la conexión geográfica, natural e histórica que une a ambos territorios y la conciencia de nuestra responsabilidad como umbral y centinelas del continente más prístino del planeta.
Pero, la pregunta natural es por qué Chile debería mirar "más allá del sur". Más allá del argumento geopolítico clásico de un país que ha definido los límites del Territorio Chileno Antártico y todas las implicancias que ello tiene en el contexto del Sistema del Tratado Antártico, hoy existen un conjunto de razones, desde la ciencia, que intentaré sintetizar a continuación.
En las columnas anteriores se ha desarrollado una línea argumental que busca destacar la importancia vital que tiene el entender los patrones pasados, el estado actual y las predicciones, basadas en la mejor evidencia científica posible, para el futuro del continente blanco. Del mismo modo, se ha hecho hincapié en que la idea de que Antártica ha dejado de ser el continente prístino y remoto de los documentales de Cousteau, para pasar a ser un actor palpitante de la dinámica que el cambio global está imponiendo al planeta Tierra y a sus manifestaciones de vida. De hecho, en los últimos 20 años se ha demostrado plenamente que la Corriente Circumpolar Antártica (CCA) y los sistemas de circulación de la baja y alta atmósfera interactúan, en mayor o menor medida, con casi todas las manifestaciones físicas que definen las distintas regiones biogeográficas del mundo.
Es así como hoy sabemos que los distantes tentáculos de la CCA hacen que el Mar del Norte se mantenga menos frío que lo que sería dable pensar por su latitud; o que en Japón florezcan los cerezos (el famoso sakura) en abril; o que el calentamiento del Océano Austral durante el siglo XXI estará fuertemente relacionado con el cambio en la amplitud de El Niño-Oscilación del Sur (ENSO), por solo mencionar algunos ejemplos. Para Chile, esos tentáculos se hacen mucho más fuertes, llegando a determinar parámetros que definen actualmente la manera en que vivamos, pero con mayor intensidad, el mundo que vivirán nuestros hijos y nietos. Aspectos como el paisaje, disponibilidad de agua, frecuencia de megaincendios o aluviones, disponibilidad de pesca, o la flora y fauna que estamos acostumbrados a ver, serán alterados o reemplazados nuevas realidades, siempre en una relación poco afortunada para la biodiversidad nativa y las comunidades más vulnerables.
Es por lo anterior que debemos volcar nuestra atención y esfuerzos más allá del sur, donde se ocultan las claves de este mundo cambiante y de la influencia que el gigante blanco del sur ejerce sobre el contexto telúrico que llamamos Chile continental sudamericano.
Las científicas y científicos del Programa Nacional de Ciencia Antártica (Procien) han apuntado a la necesidad de extender las actividades hacia el sur del Círculo Polar Antártico, área donde se están manifestando con violencia los más conspicuos rasgos del cambio climático. También lo han hecho sucesivos mandatos del Comité de Política Antártica, instancia política de alto nivel que busca articular los esfuerzos de diversas instituciones en torno a algunos lineamientos estratégicos. Es por ello que el Instituto Antártico Chileno proyecta desde hace una década la instalación de la nueva base científica donde se ubica la base Teniente Luis Carvajal, al sur de isla Adelaida en la vertiente norte de la gran bahía Margarita, por supuesto, dentro del Círculo Polar Antártico.
Fue construida por el British Antarctic Survey en 1961 y fue cedida a Chile en 1983, para ser puesta al servicio del Programa Antártico Nacional, a través de la Fuerza Aérea de Chile. Aunque sus paredes han refugiado fielmente a los equipos científicos y logísticos que se han aventurado en la remota Bahía Margarita, y a pesar de la constante mantención, sus desvencijados espacios y comodidades resultan claramente insuficientes ante las demandas de la ciencia actual del siglo XXI. Se proyecta una base científica moderna, ambientalmente sustentable, con altos estándares de seguridad y funcionalidad para la ciencia, que aúne los esfuerzos de los distintos operadores antárticos en torno a un objetivo trascendente: abrir la primera base chilena de operación anual continua dentro del Círculo Polar, con foco en las investigaciones que ayuden a mejorar la predictibilidad y comprensión de una de las regiones de Antártica que más interactúan con el cono sur sudamericano y que manifiestan mayores cambios durante la última década, como retrocesos de cuatro de los glaciares más importantes de Antártica y que se ubican en Bahía Margarita.
El proyecto de renovación también contempla la posibilidad de migrar a nuevas tecnologías energéticas que están en desarrollo, como equipos electrógenos a base de hidrógeno y cogeneración solar y eólica. Al concluir la renovación de las bases científicas nacionales, se articulará una red de plataformas cuya extensión total de operatividad alcanza 2.000 kms. lineales aproximadamente, desde el "norte", con los laboratorios del Edificio Jorge Berguño y el futuro Centro Antártico Internacional (CAI) en Punta Arenas, recorriendo hacia el sur a través de estaciones con capacidades científicas que incluyen las bases Escudero, Yelcho y la que será la principal plataforma chilena dentro del círculo polar antártico: la base Carvajal.
Con ello, Chile instalará la primera base permanente en uno de los lugares señalados como transición entre la Antártica profunda y la peninsular, sitio señalado como clave en el estudio del cambio climático, lugar donde desapareció una de las últimas colonias importantes de pingüino emperador y límite sur de las plantas vasculares, sitio que alberga comunidades microbianas muy poco estudiadas en verano, entre muchas otras razones científicas. Chile responde, entonces, a su compromiso de protección del medioambiente y se instala en un área que es prioridad mundial para el estudio del cambio climático y clave para el futuro de la humanidad, pero de la manera más respetuosa posible con esos exigentes y prístinos ambientes... tal como exige trabajar en Ilaia.
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