En Chile la productividad está estancada hace más de un decenio. Entre los variados factores que la explican está la baja contribución de la Ciencia y Tecnología (CyT), cuando se compara con países de niveles similares de desarrollo, lo cual no fomenta la innovación y el emprendimiento. El interés por estimular la CyT es escaso, lo que se refleja en muchos campos, tales como las escasas iniciativas gubernamentales por establecer un marco regulatorio e institucional que la favorezca, manifestada en proyectos de ley enviados al Congreso Nacional solo por cumplir y sin el impulso necesario para lograr su aprobación.
El reciente foro sobre el tema, que contó con la presencia de casi todos los candidatos a la Presidencia (el ex Presidente Piñera ni siquiera asistió) tuvo un resultado lamentable, ante la ausencia de propuestas valorables, de manera que los científicos asistentes lo calificaron en duros términos: “propuestas vagas y difusas”, “evaden preguntas y se van por las ramas”, “hablan de tecnología y poco de la institucionalidad científica”, entre ellas.
Una evaluación de la gestión actual del tema de CyT denota una desorganización notoria y responsabilidades diluidas. La fragmentación y dispersión de las iniciativas relacionadas con la innovación es otro elemento que genera que los avances no sean conocidos por la sociedad.
Por otra parte, los resultados que se desprenden de esta actividad son necesariamente de largo plazo, con lo cual pierden atractivo ante la inmediatez en que los sectores políticos, empresariales y la ciudadanía están concentrados en lo cercano, agudizado por la fascinación fomentada por la los medios de comunicación hacia la farándula y lo negativo; por lo cual es más motivante para dichos medios la quema de camiones en la Araucanía, la cámara fotográfica de Pinilla o la última farra de Vidal, que la obtención de patentes de invención del investigador M. Allende de la Universidad de Chile sobre un nuevo “procedimiento de selección de moléculas que comprende ponerlas en contacto con embriones vivos de pez cebra”, o de S. Bueno, P. González y A. Kalergis de la UC sobre “Immunogenic formulation”.
Se agrega que existe una tendencia entre los científicos a no ser muy explícitos en mostrar su trabajo por diferentes motivos, lo cual los aísla en sus cubetas protectoras.
El Proyecto Milenio
La Iniciativa Científica Milenio (ICM) fue impulsada por el ex Presidente Frei Ruiz-Tagle a mediados de 1998, que reunió a destacados científicos nacionales y extranjeros para dar los primeros pasos del proyecto, a lo cual se agregó el Banco Mundial.
Una figura clave en la puesta en su marcha fue Claudio Bunster, renombrado físico teórico de la Universidad de Princeton; creador en 1984 del Centro de Estudios Científicos (CECs), Centro Milenio cuya sede está en Valdivia y que se encuentra relacionado con la Universidad de Chile y Premio Nacional de Ciencias Exactas en 1995, quien fue designado como Asesor Científico del Presidente, de quien era muy cercano.
Se asignó al ministerio de Planificación (Mideplan) la responsabilidad de su puesta en marcha en enero de 1999, para lo cual contó con la colaboración de los ministerios de Educación, Agricultura, Minería y otras instituciones preocupadas del tema. La particularidad de los cuatro institutos originales fue su autonomía, que les permitió desarrollar sus tareas con independencia.
La orientación cada vez más cercana de Mideplan con las políticas sociales motivó que, a partir de 2011, su dependencia fuera trasladada al ministerio de Economía, conservando gran parte de su independencia y desarrollo en el tiempo. La responsabilidad de éste en la coordinación del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación justificó el traslado.
En 2014 existían 38 centros de los cuales 6 eran institutos dedicados a las Ciencias Naturales y 32 núcleos (19 con la misma especialización y 13 a las Ciencias Sociales). Cabe señalar que de los 6 institutos uno ya terminó sus operaciones y los 5 restantes siguen en funciones. Por su parte, en el caso de los núcleos, 22 ya concluyeron su funcionamiento (aunque pueden seguir trabajando fuera de la dependencia del ICM) y 10 están operativos.
En los últimos años se han incorporado nuevos Institutos Milenio, algunos de ellos desde su anterior estructura de núcleos.
Los institutos se crean con una duración de 10 años, con una primera evaluación a los 5 años, mientras los núcleos tienen un período de 3 años prorrogables por 3 más.
En síntesis, las tareas de los centros se resumen en:
1.- El desarrollo de la investigación en Ciencia y Tecnología (CyT) de frontera.
2.- La formación de jóvenes científicos.
3.- El establecimiento de redes de colaboración e interacción con otros centros.
4.- Su proyección al mundo externo.
Dos elementos son esenciales en el desempeño de los institutos: su autonomía y un horizonte de 10 años de financiamiento, lo que ha permitido establecer proyectos de investigación de largo plazo.
A pesar de su importancia, la Iniciativa Científica Milenio permanece en las penumbras, sin mayor difusión de su aporte por parte del Gobierno ni por iniciativas propias.
Nota del autor: Agradezco los aportes realizados en la preparación de este texto de Juan José Balsa y Enzo Vera
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