¿Qué es un terremoto? Ondas que viajan al interior de la Tierra. Una liberación de energía acumulada en rocas. La Madre Tierra que nos recuerda que está viva. Un trago a base de pipeño, granadina y helado de piña. Algo que se siente distinto a un temblor. Miles de personas damnificadas, edificios derrumbados y colapso de las infraestructuras. O acaso todas las anteriores.
Los desastres son procesos socionaturales que se deben a fenómenos naturales (como un sismo, un tsunami o una erupción volcánica) y a diversos factores sociales (como las formas de urbanización, las técnicas de construcción o los protocolos de evacuación) que los convierten en catástrofes. Son procesos socionaturales también porque vinculan a las sociedades con los territorios que habitan de una forma particular. Cuando ocurren estos eventos intensos, nos recuerdan nuestra vulnerabilidad propia y colectiva, pero también marcan nuestros recuerdos en el territorio y forman parte de una experiencia colectiva común.
Es por eso que encontramos la presencia de tantos terremotos en la literatura chilena y que estos nutren también la cultura popular, apareciendo en al menos 9 teleseries ("La Quintrala", "Los 80", "Perdona nuestros pecados", "Conde Vrolok", "12 días", "La doña", "Su nombre es Joaquín", "La Colonia").
Un colega, eminente sismólogo, me contaba como expertas/os habían sido consultadas/os por el equipo de realización de "Perdona nuestros pecados" para reproducir correctamente el terremoto de Valdivia de 1960. Representar el terremoto significó meses de preparación para "solo" unos minutos de grabación, pero esos minutos del desastre justifican toda la secuencia narrativa de la segunda temporada de la serie. Por su lado, el terremoto de 1985 (con epicentro cerca de Valparaíso) inauguró la tercera temporada de "Los 80". En uno de los episodios más vistos de la serie, Juan Herrera decide quedarse en la casa afirmando la tele, reproduciendo un gesto común que ya había descrito antes en sus crónicas Pedro Lemebel: "Pero lo más importante, quizás en lo único que coincide la preocupación del salvataje social, es en sujetar el aparato de televisión, aunque la casa se venga abajo.
La enorme tensión que dura el breve tiempo del zamarreo urbano, saca a flote la fe en el éxtasis religioso que se arrodilla, se persigna, se golpea el pecho, se arrepiente clamando: ¡Misericordia Señor! Acabo de mundo, grita el abuelo arrancando pilucho al medio de la calle. Al lado de la vecina, irreconocible por la máscara de placenta que tiene en la cara. Pero no importa, porque todo el barrio está así, a medio vestir, en calzoncillos, sin la placa de dientes, chascones como los pilló el terremoto"
Los desastres marcan también nuestras ciudades y construcciones. Los afectan directamente por la destrucción y reconstrucción. Pero también los afectan indirectamente en un tiempo largo, por ejemplo, a través del trabajo de las y los ingenieros civiles que van a estudiar los daños ocurridos tras un sismo para retroalimentar las normas de construcción. Gracias a este trabajo de memoria técnica, cada terremoto contribuye a moldear las estructuras del presente y futuro. Es a veces difícil encontrar las huellas de los desastres en nuestros entornos y es por eso que en el Programa Riesgo Sísmico de la Universidad de Chile creamos una ruta de la memoria de los desastres en Santiago.
Así, los desastres no solo destruyen, sino que recomponen territorios y transforman paisajes. El terremoto y tsunami de Valdivia de 1960 reconfiguró la costa, cambió el cauce y la desembocadura de ríos, formó y borró islas. El tsunami se propagó por el Pacífico, destruyendo, por ejemplo, el sitio ceremonial de Ahu Tongariki en Rapa Nui. Generó daños hasta las costas de Hawái o de Japón, lo que impulsó la creación del Sistema de Alerta de Tsunamis del Pacífico.
Estos desastres nos vinculan así con una historia global de la reducción del riesgo de desastres. Si bien reconocemos el lugar de Chile en la observación del cielo, es menos conocido que ha sido un espacio privilegiado para la observación de la Tierra, contribuyendo al conocimiento científico global sobre los fenómenos geofísicos y sus consecuencias. Cuando se creó el primer observatorio astronómico del hemisferio sur en el cerro Huelén (Santa Lucía), también se instalaron los primeros instrumentos que registrarían los movimientos de la Tierra. Asimismo, los registros del terremoto del '85 de la estación de Llolleo han sido utilizados a través del mundo para estudiar el comportamiento sísmico de edificios, contribuyendo más allá de las fronteras nacionales en la formación de ingenieras/os.
Este año se cumplen cuatro décadas del terremoto de Valparaíso, en un año marcado también por el terremoto de Michoacán que destruyó a Ciudad de México y la erupción del Nevado del Ruiz que arrasó con la ciudad de Armero en Colombia. Los desastres son parte de nuestros patrimonios y también nos hermanan con otros países, pueblos y territorios de la región.
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