Los desafíos son múltiples y las recetas por docenas, las que se le hacen al nuevo ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación o mejor dicho a los pioneros y recientes autoridades de esta cartera. Tener claridad de cuáles serán los primeros pasos de esta nueva casa y las creencias que la población pueda cifrar en este ministerio, distan mucho de ser un consenso o una preocupación generalizada.
Hoy el Estado es la cara visible de un salto cualitativo en la institucionalidad, que es el abandono creciente del pensamiento básico por uno más complejo y colaborativo, que abre paso a la racionalidad no solo de la ciencia y tecnología como conocimiento, sino también como un instrumento de cambio ante el mercado de los bienes y servicios y de una sociedad que exige ser partícipe de los beneficios, no por una demanda formal, sino por el simple hecho de ser una población en desarrollo que crece y se reproduce en un determinado ecosistema.
Este emprendimiento ministerial, significa riesgos y desarrollar un camino no explorado por la gestión pública, lo que conlleva una dosis experimental, de ensayo y error en su confección.
La experiencia acumulada de Conicyt - futura agencia de innovación para el desarrollo - marcó un derrotero, no obstante la condición de Ministerio impone muñeca política, crecimiento en la infraestructura, implementación de políticas públicas, autonomía y presupuesto propio, entre muchas otras.
El sobrepeso de las expectativas que recaen en esta nueva institución son diversas: hacer crecer la inversión en ciencia y tecnología al 1% del PIB, repatriar a la decena de científicos y científicas que laboran en el extranjero o simplemente de cómo las ciencias y las tecnologías aportan al sistema productivo en la llamada cuarta revolución industrial.
Lo que puede ser parafraseado como un robot que habla, siente y adapta su reacción a una velocidad “sobre humana”, lo que constituye inteligencia en redes de información que se independizan de su progenitor.
Atributos que modifican las relaciones de producción, el empleo, las rentas y sus efectos o el acceso al tiempo libre. Esta es la nueva energía sistémica, la de las redes de información, el bigdata y su incidencia en la tecnología y en el nuevo orden en la economía mundial.
Esta incursión no es el “Big Bang” de las estrategias o una preocupación reciente. El debate y discusión que generan la ciencia y tecnología tienen una data de casi 200 años - practicamente con el advenimiento de la República- o de las intensas discusiones de Barros Arana y Manuel de Salas con la práctica de la ciencia en el país.
La llegada de los sabios europeos durante el siglo XIX como la de Ignacio Domeyko (Pol.), Claudio Gay (Fra.), Rodolfo Philippi (Ale.) o el aporte del gran intelectual venezolano,Andrés Bello, todos inmigrantes que contribuirían a la educación y desarrollo del país, son los prolegómenos de una política de Estado.
Ahora, traer devuelta en el siglo XXI, ese conocimiento disperso constituye un activo, que exige estabilidad y proyectos de largo plazo. La paciencia del científico permite mirar en el tiempo, pero no así la necesidad, que no espera.
Entonces, una pregunta relevante es, ¿las ciencias y las tecnologías podrán brindar lo que la economía neoliberal ha quitado? Tener acceso a la salud, a una cirugía oportuna, sin desplomarse en la espera, poder adquirir un medicamento sin hipotecar la renta, desplazarse sin contaminar, tener un techo ecológico o poder acceder a una educación sin fronteras es hacer uso de las ciencias y las tecnologías.
Esa es la democratización de los bienes y adelantos que el conocimiento puede otorgar, sin importar si hay una cultura científica en el usuario.
En consecuencia, la distribución y equidad de las riquezas artificiales y naturales, tienen su origen en la distribución organizada del conocimiento científico-humanista.
Si las ciencias y las tecnologías se imponen al paradigma de la desigualdad e inequidad, prolongamos la vida de los recursos y sus efectos y habremos dado un paso superior.
¡Esa es la ciencia y tecnología que quiero para mi país!
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