La península Antártica (PA), constituyente principal del Territorio Chileno Antártico, es una región donde se están experimentando cambios ambientales muy veloces y a gran escala. Durante la segunda mitad del siglo XX, la atmósfera de la PA se calentó más rápidamente que cualquier otra región en el hemisferio sur. Otros cambios profundos en el ambiente físico incluyen la notoria disminución del hielo marino y el dramático acortamiento de su estación de formación, entre muchos otros cambios, con insospechadas consecuencias sobre las actividades productivas de Chile.
La comunidad científica internacional reconoce que la península Antártica es una región considerada como un hot spot del cambio climático en el planeta. Dichos cambios ambientales han sido forzados por alteraciones que requieren ser detectadas y existe la necesidad de documentar y caracterizar las variables indicadoras clave. Un enfoque validado consiste en establecer una red de sitios de referencia para observar y registrar un conjunto de variables climáticas esenciales y estandarizadas bajo la coordinación de varios programas globales de observación, entre otras iniciativas relevantes.
El registro del estado actual de las variables físicas/atmosféricas es necesario para modelar y proyectar sus cambios futuros en la PA occidental. Esta tarea tiene una importancia significativa para la evaluación del "estado de salud" de los ecosistemas antárticos. Además de una comprensión desde el punto de vista sinóptico, es fundamental para la correcta gestión y generación de políticas adecuadas para su uso sostenible y la conservación del ecosistema antártico.
Los últimos veranos antárticos serán recordados como los más cálidos de la historia, con varios registros de olas de calor a lo largo de la PA e incluso en la PA oriental, donde se registraron extensos derretimientos asociados al calentamiento de la superficie. Estos fenómenos anómalos de veranos "calientes" en la Antártica demostraron estar conectados, a través de efectos climáticos, con el cono sur de América, como las fuertes lluvias que causaron inundaciones en el norte de Chile en marzo de 2015, produciendo devastación en ciudades y nueve decesos.
Actualmente, podemos apreciar el efecto de la reducción de las precipitaciones en el centro de Chile, producto de la reducción de la capa de ozono en el verano austral, lo que conduce a un enfriamiento estratosférico que favorece la fase positiva del Modo Anular Sur (SAM) en el verano austral. Por lo tanto, la Antártica puede influir en la escasez de agua e impactar la economía nacional. El agujero de ozono que aparece sobre la Antártica cada año desde fines de la década del '70 (entre agosto y diciembre) provoca cambios en la circulación atmosférica del alcance hemisférico que a su vez generan anomalías en los patrones de vientos, nubosidad y precipitación.
Sin embargo, nuestra capacidad para registrar, predecir y comprender estos cambios y su efecto en el ecosistema es aún limitada debido a la falta de datos y a las dificultades para trabajar en un ambiente tan extremo. En este sentido, es importante mencionar que una de las mayores debilidades de los proyectos de seguimiento a largo plazo es que superan los plazos de financiación ofrecidos por las instituciones que financian los proyectos científicos.
En Chile (el segundo país más largo del mundo, pero con un eje de orientación norte-sur), la influencia latitudinal es evidente, siendo así un país altamente vulnerable al cambio climático, cumpliendo también con siete de los nueve criterios de vulnerabilidad enunciadas por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, a saber: posee áreas costeras de baja altura; zonas áridas y semiáridas; zonas de bosques; territorio susceptible a desastres naturales; áreas propensas a sequía y desertificación; zonas urbanas con problemas de contaminación atmosférica; y ecosistemas montañosos. A esto se suma, la relevancia que tiene la Antártica como regulador climático global.
Mientras en el norte la precipitación es escasa y la temperatura media anual es alta, hacia el sur las precipitaciones son mucho más elevadas y las temperaturas bajas. Entre ambos extremos se establece un gradiente de temperaturas, precipitación y una serie de otros parámetros de interés para el estudio del cambio climático. Si proyectamos esa variación latitudinal hacia la PA, que constituye parte esencial del Territorio Chileno Antártico, tendremos el gradiente latitudinal para el estudio del cambio climático más largo del mundo, abarcando más de 8.000 kilómetros.
En Chile continental sudamericano ya existe una serie de instalaciones y capacidades, a la que se sumará, gracias a un proyecto liderado por el Instituto Antártico Chileno del Ministerio de Relaciones Exteriores, una red de sensores multiparamétricos que tendrá como eje las bases de nuestro país a lo largo de la península Antártica, hasta la Estación Polar Científica Conjunta Glaciar Unión (a sólo 1.000 km del Polo Sur). El proyecto contempla la instalación de 21 estaciones de medición, de las cuales 10 estarán instaladas en bases nacionales y 11 en áreas donde no existe ninguna información directa. Los sensores contemplan mediciones de parámetros climatológicos básicos como temperatura, humedad, presión atmosférica, velocidad del viento, radiación solar y precipitación hídrica y nivosa, entre otros, así como avanzados equipos para la medición de albedo, radiación multiespectral y fotosintéticamente activa, temperatura infrarroja, humedad del suelo, pH, sísmica y deformación de la corteza terrestre.
El esqueleto troncal de la red contempla 2.118 km lineales, desde la base Profesor Julio Escudero hasta la Estación Polar Conjunta Glaciar Unión. Esto representa la red de sensores permanentes más grande que alguna nación haya instalado en Antártica, pero además es una poderosa herramienta para entender y modelar los escenarios de cambio global que ya se encuentran afectando el contexto territorial que llamamos Chile y que, con certeza, proveerá datos fundamentales para que los modelos de desarrollo futuros se basen en información científica de calidad.
El 4 de diciembre de 2021 se inauguró la primera de las estaciones en Glaciar Unión y a principios de enero comenzó a transmitir la segunda desde la principal base científica chilena, Base Prof. Julio Escudero, en isla Rey Jorge. Estos primeros pasos en la sensorización sistemática de Antártica, ofrecerá un insumo vital para proyectar, con información científica de calidad, el futuro de este contexto telúrico que llamamos Chile, pero también de muchas distantes regiones del mundo que dependen del influjo de Antártica.
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