A nivel nacional e internacional, en general los datos sobre la participación de mujeres en investigación científica son preocupantemente bajos. Chile tiene una participación de solamente 35% de mujeres en proyectos de ciencia y tecnología, siendo uno de los promedios más bajos de la OCDE. Hay problemas estructurales que nos atraviesan como académicas, científicas e investigadoras; y tienen que ver con las brechas de género que están, muchas veces, invisibilizadas en el mundo académico, porque se suele pensar que las mujeres que llegamos al mundo académico estamos participando en igualdad de condiciones con los varones. Ese dato es una falsa creencia, no es real y las mismas cifras lo establecen.
De acuerdo al Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, el porcentaje de mujeres que se matricula en carreras de pregrado a nivel nacional alcanza el 54%. Somos más mujeres las que postulamos a carreras profesionales en pregrado, sin embargo, cuando uno mira las estadísticas de cuántas de ellas han desarrollado carreras de investigación y se han insertado exitosamente con jornadas laborales para investigación en universidades, solamente llegamos a 34%. La caída y la brecha son dramáticas.
La inexistencia de una política de división del tiempo y de cuidado es clave en este panorama. En el mundo académico esta brecha se refleja principalmente en que muchas mujeres que comienzan estudios doctorales no los pueden terminar. Tienen que abandonar por temas de cuidado y género, como, por ejemplo, embarazos, hijas/os y dedicación a la crianza. O si se enferma un padre, madre o un pariente anciano, por lo general, nos corresponde cuidar. Ese es solo un ejemplo de cómo a las mujeres se les torna mucho más cuesta arriba terminar desarrollar una carrera investigativa. Eso explicaría que tengamos una baja inserción laboral en el mundo académico científico. Además, nuestro currículo, al tener todas estas dilataciones de periodos de tiempo en que no podemos estar en proyectos de investigación o que no podemos estar vigentes en publicaciones, se vuelve menos competitivo para proyectos de concursabilidad con fondos externos.
Esto quedó demostrado con los recientes resultados del concurso Fondecyt de Iniciación de ANID, donde la participación de mujeres es radicalmente inferior a la participación de varones. Exceptuando el caso de astronomía y astrofísica este año, principalmente estamos desarrollando investigación en áreas vinculadas a las humanidades y las ciencias sociales, que han sido entendidas históricamente como ciencias blandas versus las ciencias naturales, que son consideradas como ciencias duras. Eso está muy vinculado. justamente, a las construcciones de sociales de un orden de género, donde a las mujeres se nos ha asignado y encasillado en una "naturaleza" que favorece el desarrollo de habilidades blandas, emocionales, empáticas, de cuidados, etc., y a los hombres en una cultura que favorece el desarrollo de competencias y habilidades vinculadas a la racionalidad, al pensamiento científico, etc. Estas brechas se reflejan en la academia, pero se construyen desde la infancia y en la escuela, y es algo que está estudiando el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.
Hay muy pocas mujeres que logran escapar de ese orden. Entra aquí en discusión la meritocracia, es decir, creer que la que más se esfuerza es la que llega, cuando eso no es real. Todas nos esforzamos mucho, solo que algunas tienen mejores condiciones estructurales que otras para alcanzar los objetivos. Las mujeres que dejan inconclusos un doctorado, estudios de posgrado o una investigación no es por falta de mérito o competencias, sino porque simplemente hay condiciones de género estructurales que imposibilitan proseguir. Muchas veces las mujeres tenemos que hacer renuncias para seguir una carrera académica, como la maternidad. Tener que elegir entre ser madre o ser científica es una forma de discriminación y de inequidad, porque no es algo que el género masculino deba enfrentar al momento de decidir su futuro laboral. Los hombres no tienen que elegir entre ser padres o investigadores. Si optamos por la maternidad, sabemos que nuestra carrera académica se verá ralentizada porque las tareas de cuidado son tremendamente demandantes e, históricamente, se nos han asignado a las mujeres.
¿Y qué se puede hacer ante este fenómeno que se reproduce en el sistema universitario a nivel mundial? Hay países de la OCDE que están mucho más avanzados en temáticas de líneas de igualdad y de género, con políticas de acción afirmativa. Esto es algo que se está potenciando desde el Ministerio de Ciencia y también lo estamos haciendo desde universidades públicas como la UMCE, donde tenemos una política de género que tiene una línea estratégica específica de investigación, creación e innovación. Dentro de sus sublíneas, además de propiciar estudios de género, disminución de la brecha, entre otros aspectos, tiene una que declara que la universidad debe promover el desarrollo y promoción de estrategias para incentivar la difusión y producción científica de las mujeres de la comunidad universitaria. Entonces, políticas de acción afirmativa como generar becas especiales para mujeres, programas de prosecución de estudios doctorales o de postgrados, etcétera, promueven este avance para cortar no solamente brechas de investigación, sino también laborales y salariales.
Existen condiciones estructurales que posibilitan, dificultan o imposibilitan que las mujeres podamos desarrollarnos de manera plena en esas áreas. Por eso, fue de vital importancia la creación en una institución como la UMCE de una Vicerrectoría de Investigación y Postgrado con perspectiva de género, que está siendo instalada transversalmente dentro sus lineamientos estratégicos, respondiendo a políticas nacionales e internacionales. El objetivo no es solamente aumentar estadísticamente la cantidad de publicaciones y proyectos, sino también que las mujeres puedan participar activamente en el desarrollo de pensamiento científico.
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