El esquema institucional que actualmente gobierna la ciencia, la tecnología y la innovación en Chile no da para más. Lleva funcionando 25 años y no resiste más recauchajes.
El así llamado modelo de los dos pilares fue descrito en el llamado “Libro Blanco” del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (2007) no sólo como el que existía hasta esa fecha en Chile, sino como el modelo sobre el cual debía construirse cualquier modificación futura al sistema público de ciencia, tecnología e innovación.
En forma muy simplificada, ese modelo consiste en una agencia gubernamental encargada de promover la Ciencia (CONICYT), por un lado, y otra con responsabilidades en la promoción de la innovación empresarial (CORFO). La coordinación y la complementariedad entre la acción de ambos pilares estaría asegurada por una entidad denominada “Comité de ministros para la innovación”, encabezada por el ministro de Economía.
Este esquema institucional es el que hemos tenido funcionando en el país durante mucho tiempo, con los magros resultados que conocemos en materias de impactos efectivos de la ciencia y la tecnología sobre nuestros procesos productivos y nuestro desarrollo social. Con el agravante de que ambas agencias dialogan muy poco entre ellas, en el sentido de emprender programas conjuntos y complementarios, y, cuando lo han hecho, ha sido en iniciativas puntuales promovidas por personas muy motivadas dentro de dichas instituciones, cuyo alcance llega hasta el momento en que esas personas dejan sus puestos respectivos. Es lo que en otra parte hemos denominado un esquema de “coordinación amable”, que se mantiene mientras dura esa amabilidad entre las personas de las dos agencias.
El esquema de coordinación de temáticas transversales a diferentes ministerios a través de los llamados “comités interministeriales” ha sido reconocidamente un fracaso en nuestra historia institucional reciente. Una muestra de la importancia que tienen estos comités en la escala de prioridades y en la agenda de los ministerios la da la siguiente anécdota. Un alto funcionario consiguió una audiencia con un ministro algunos meses después de la asunción de éste y le preguntó por un tema relativo al comité interministerial en el que ese ministro participaba. Cuál sería su sorpresa al darse cuenta de que el ministro desconocía completamente la existencia del mentado comité, por lo que el funcionario tuvo que explicarle en qué consistía. Lo más sorprendente de esta historia es que ese ministro era el ¡Presidente! del comité en cuestión.
Es cierto que la División de Innovación del ministerio de Economía cumple, en alguna medida, esta función de puente entre las dos grandes agencias, pero lo hace desde la perspectiva de una de ellas. La CORFO es un órgano cercanamente relacionado con el ministerio de Economía, el que mantiene una relación mucho más distante con CONICYT.
La innovación, a secas, puede tomar múltiples formas y llegar a diferentes espacios de la sociedad, por lo que difícilmente se dejará atrapar en un ministerio. Es más, no se podría eximir a los demás ministerios de su deber de innovar en lo que les es propio bajo el pretexto de que ya existe un Ministerio que se encarga de ese tema. Sería como afirmar que, ya que existe un ministerio del Medio Ambiente, todos los demás servicios del Gobierno quedarían exentos de responsabilidades en materias medioambientales.
Siguiendo con la analogía anterior, es evidente que el ministerio del Medio Ambiente no tiene a su cargo todos los temas medioambientales que se presentan en el ámbito gubernamental, puesto que esta es una temática que recorre prácticamente todas las esferas del quehacer público. Algo similar puede decirse respecto de la amplia temática de la innovación.
No es posible ni deseable que el futuro Ministerio pretenda monopolizar la innovación en todas sus facetas, sustrayendo la responsabilidad de los demás órganos del Gobierno en esta materia. Lo que sí debe ser materia central de la acción de este nuevo Ministerio es el campo de la innovación basada en los resultados de la investigación científica y el desarrollo tecnológico realizados en Chile. Adicionalmente podrá tener un rol en materia de articulación de programas y acciones de apoyo a la innovación de los otros ministerios.
Por lo anterior, resultaría altamente inconveniente insistir en un esquema institucional de dos pilares, en el que ciencia y tecnología, por una parte, e innovación tecnológica, por la otra, marchen por carriles independientes, sin mayores contactos entre ellas. Hemos tenido bastante de ello, sin buenos resultados. Un Ministerio que se haga cargo de las políticas en materias de investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación basada en ciencia es lo que Chile necesita.
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