En ocasiones te cruzas en esta vida con seres humanos que han sufrido graves pérdidas o han experimentado un enorme sufrimiento y en lugar de hundirse en la desolación, depresión o desmotivación, encuentran un recodo en el camino y asombran por su saber estar, saber hacer y sobre todo, su saber vivir.
Son personas con una fuerza particular, quizás la fuerza de haberlo perdido todo... no tener más que perder y por tanto, haber ganado la libertad personal a la que todos aspiraríamos si no fuese porque estamos muertos de miedo.
La gran cualidad de esta película es que la descubres a cada minuto porque en ningún momento sabes que sucederá durante la siguiente escena. No resulta difícil seguirla, pero tampoco es fácil meterte en el alma de unos personajes que emocionan sin mostrar sus propios sentimientos. Y quizá ahí radique la magia de este film que quema y deja huella.
"De Óxido y Hueso" filme franco - belga año 2012, disponible sólo en plataforma Netflix del director francés Jaques Audiard, se disfruta por su guión pleno de dureza y sensibilidad, por su exquisita fotografía, por su habilidad a la hora de extraer lo mejor del trabajo de sus actores, desde la contención animal hasta la rabia desatada. De Óxido y Hueso es una de esas tantas historias bella y triste.
Se articula sobre la colisión de dos mundos, dos personajes con magulladuras abiertas, con mochilas cargadas de piedras provenientes de un pasado reciente, interrogantes que nunca son revelados. El director Audiard respeta la intimidad pretérita de sus personajes, pero esa no invasión no se traduce en ningún caso en una mirada complaciente ni misericordiosa. La película es una grieta...una herida sangrante y al mismo tiempo el cataplasma que sana esa herida.
"De Óxido y Hueso" trata de una protagonista, interpretada por la brillante Marion Cotillard, que, como La Sirenita, sacrifica al mar sus piernas, pero como ésta, en la vida real, no obtiene un príncipe, sino un hombre de hojalata oxidada.
El actor belga Matthias Schoenaerts, consigue un retrato, como pocas veces hemos visto, de un individuo inconsciente, sin escrúpulos con al menos, cien kilos de magra humanidad sin la grasienta maldad, un “animal” difícil de sujetar, el que marca su camino con el mismo instinto que cualquier fiera irracional.
Alí sigue sus instintos primarios, come, duerme, pelea y se aparea como el macho alpha de una manada, pero sin manada, sin ataduras; este hombre silvestre, básico e instintivo, se redime de su incapacidad, de su invalidez emocional, ejerciendo de singular ángel de la guarda de la chica - sirena sin piernas.
Una historia de amor, un amor que brota accidentalmente de las amputaciones de Stephanie (Marion Cotillard) mientras Alí (Matthias Schoenaerts) se pasea por su vida como un niño grande, totalmente ajeno y leve a las complejas secreciones mentales de una sociedad materialista, compasiva y enferma.
La historia de ambos y entre ambos es emotiva porque es un relato seco, árido y poco sentimental. No hay aquí idealizaciones, nada augura un futuro feliz para los protagonistas. Alí y Stephánie, tendrán siempre que lidiar con limitaciones y dificultades. Su amor es el amor áspero entre veteranos de la guerra del existir. Pero es un amor auténtico y es la autenticidad lo que en realidad acaba conmoviendo en "De Óxido y Hueso".
Alí y Stephanie empiezan como unos esclavos y terminan como amos, pero eso sí, pagando un altísimo precio.
En este juego de dualidades, de objetos frente a sus reflejos distorsionados, también puede dividirse la película en dos partes. La primera es misteriosa, atmosférica, retiene algunas estampas para el recuerdo, está recorrida por una melancolía y angustia brillantes; la segunda, en cambio cede al tono conclusivo, dibuja un final desalentador pero con los asideros suficientes como para causar impacto y provocar la reflexión de la audiencia.
Una fábula simbólica, desnuda de retórica que se sitúa muchos peldaños por encima de las películas falsamente románticas, por edulcoradas y prefabricadas, que pueblan constantemente la cartelera. Datos que hablan por sí solos, que reafirman a Jaques Audiard como uno de los grandes autores de la actualidad.
Con una exquisita dirección, logra que el espectador no se hunda en la tragedia de sus personajes. Nos muestra el despeñadero pero nunca nos suelta y lejos de regodearse en el sufrimiento invita a aprender a vivir con límites pero sin generar piedad. Esmerándose por ver el vaso medio lleno. Es aquí precisamente donde merece el mayor de los aplausos. Por ello, no son aleatorios los cegadores destellos de luz que se suceden a lo largo de la cinta. Funcionan como una metáfora óptica. Podríamos estar en el fondo del pozo, ahogarnos en las lágrimas de la desgracia, bajar al infierno que supone una rehabilitación, pero no. Audiard golpea fuerte, sin miramientos, y luego deja que la herida sangre y vaya sanando de forma natural, sin ningún vendaje.
Jaques Audiard nos muestra la crueldad de la vida sin ensañarse, la belleza de las pequeñas cosas, nos acerca la sangre hasta salpicarte, descubre y esconde los sentimientos con su cámara, logra emocionar al espectador a base de fuertes impactos y desarmarlo con pequeños detalles.
El director Jacques Audiard maneja el guión sin concesiones gratuitas, sin frases hechas, huyendo de la sensiblería. Los actores no tienen que explicar lo que hacen ni lo que sienten porque la cámara esta siempre ahí, en la distancia y el momento justo. Excepcional la naturalidad con la que enfoca los miembros amputados de la protagonista en las escenas más íntimas, donde por encima del morbo sexual y el voyerismo acaba imponiéndose la belleza en su estado bruto.
El poder de la técnica adquiere en "De Óxido y Hueso" un matiz relevante. Cada plano está estudiado al milímetro y no por ello pierde frescura. Como tampoco la pierde la actriz principal de este duro relato. Marion Cotillard es sinónimo de credibilidad. Una amante furtiva de la cámara.
Aporta una interpretación contenida, dura, real, regalándonos todo el dolor que le cabe en el alma y vaciándolo en el espectador que irremediablemente lo siente en carne viva.
Y si a la francesa no se le puede reprochar absolutamente nada, no menos a Schoenaerts. El actor mimetiza con su personaje, la rudeza que se requiere y lo consigue desde la primera secuencia logrando una evolución y un viaje dramático natural hasta el último plano.
A modo de spoiler, dos botoncitos. La sensualidad de Jaques Audiard al filmar el sol, la frescura del agua de mar, conforma una de las mejores escenas de la película; la otra, el momento en que una ojerosa Cotillard irrumpe en el combate de boxeo callejero y mira con furia a un machucado Alí increpándolo con su mirada "¿yo me he quedado sin piernas, cercenada en hueso y carne y aquí estoy de pie, con dolor pero de pie? ¿y tú te dejas noquear?"
De Óxido y Hueso una obra cinematográfica dolorosa y estimulante. Una historia en la que la fusión de la carne, los huesos y el metal (oxidado) bailan al compás de una historia de amor, salvaje y brutal.
Alguna vez leí, no recuerdo donde, que en algunos lugares de Asia, se ciega a los canarios para que aprendan a cantar. Aquí, son dos personajes, los que el despiadado argumento cinematográfico mutila, para que aprendan a vivir. Lección aprendida.
Gracias Netflix. No se la pierdan.
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