¿Cómo explicamos el resultado del plebiscito del día domingo 25 de octubre de 2020? Para algunas personas puede resultar complejo comprender que de cada 5 personas 4 hayan votado “apruebo” o bien hayan estado de acuerdo con modificar la constitución de nuestro país. Esta columna de opinión no es un análisis político del plebiscito, sino más bien una reflexión educada para contribuir al debate sobre las causas que están a la base del resultado y hacia dónde debemos transitar.
Partamos por lo primero. Chile es un país desigual. La constitución del 80 consagra un modelo económico y político que exacerba diferencias de clase y de acceso a oportunidades entre los chilenos. Con la llegada de la democracia y con independencia de los gobiernos de turno, estas diferencias se fueron haciendo más notorias.
No niego que haya habido mejoras en las condiciones de vida de las personas, pues las hubo, sin embargo, esto ocurrió de forma desigual, profundizando diferencias entre las personas.
Tras las grandes cifras macroeconómicas del país, que incluso hizo pensar a algunos que vivíamos en un oasis…, se oculta un Chile de profundas desigualdades, que impactan no sólo en el diario vivir, sino que también en la salud de las personas, cuestión que para quienes estamos vinculados a su estudio y comprensión duele intensamente.
Existe una falsa creencia que todos los chilenos somos iguales, aunque mi punto de vista es que esto no es así. Si no me cree, los invito a revisar estos números de la última encuesta nacional de salud (ENS-Chile) del año 2016 - 2017, y alguno de sus resultados más relevantes.
Por ejemplo, si analizamos el estado nutricional de los chilenos (IMC), podemos afirmar que un 39.8% tiene sobrepeso y un 31.2% obesidad. Un 40.1% tiene síndrome metabólico y un 90% es sedentario. Aunque estas cifras son alarmantes, no son iguales para todos.
Si usamos los años de educación de las personas, variable que típicamente se ha asociado a nivel socioeconómico de las personas, las cifras que antes les mencionaba varían drásticamente.
En el caso de la obesidad, para personas con menos de 8 años de educación el porcentaje de obesidad es 43.2%, para personas cuya escolaridad es de 8 a 12 años, el porcentaje disminuye a 29.8% y para personas con educación mayor a 12 años la cifra de obesidad es 27%. En el caso del síndrome metabólico, para personas con menos de 8 años de escolaridad el porcentaje es de 58.4%, mientras que para personas con más de 12 años de estudios la cifra es 29.6%, prácticamente el doble para personas con menos años de educación-. En relación al sedentarismo, 96.2% de los chilenos con menos de 8 años de escolaridad son sedentarios, versus un 79.9% de los chilenos con más de 12 años de educación. Se observa entonces una relación inversa entre educación (nivel socioeconómico) y salud. Mayor educación, menores enfermedades.
¿Es esto culpa de la actual constitución? No. Los procesos de salud-enfermedad no tienen una respuesta lineal, y, por tanto, no puedo afirmar que esto sea así, sin embargo, si nos situamos desde el modelo de los determinantes sociales en salud, puedo explicar que el contexto socioeconómico y político de un país determina una serie de condiciones que impactan en salud y que pueden generar profundas desigualdades. Por ejemplo, las políticas macroeconómicas que determinan la estructura del mercado y del trabajo, las políticas públicas de vivienda, de educación y de protección social afectan las condiciones sociales en las cuales las personas viven y trabajan y sin lugar a dudas impactan en la salud y el perfil epidemiológico de las personas.
Qué debe considerar la nueva constitución? Sería muy bueno que en la nueva constitución que redactarán los chilenos y chilenas, se tome en consideración el modelo de los determinantes sociales en salud. Puede ser una buena carta de navegación para los constituyentes, pues permite comprender cómo múltiples variables psicosociales se relacionan e impactan en los resultados en salud de las personas. Después de todo, la salud de las personas es y debe seguir siendo una de las principales prioridades de un país.
Tenemos una oportunidad única para emparejar la cancha.
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