Considerando la producción de seguridad como pre-condición absoluta del poder, vale cuestionar el objetivo comunicacional de la estrategia que intenta desplegar Piñera y su Gobierno.
¿Es el actual Congreso el que debe redactar la nueva constitución?
¿O es una asamblea la única vía plausible para hacer frente a la actual crisis social y política?
Esta interrogante no es menor, pues además de las consignas que se observan en las calles y las demandas de los cabildos convocados en las principales ciudades del país, nos encontramos en la cúspide de un conflicto que puede decantar en una salida institucional definitiva, o simplemente en la prolongación de un escenario donde la paz social será difícil de alcanzar.
Con una veintena de muertos, cientos de mutilaciones oculares y un millar de agresiones físicas y psicológicas, como prueba de la sistemática violación a los Derechos Humanos, el llamado a una asamblea constituyente no sólo es una demanda transversal entre sectores de oposición y la ciudadanía en general, sino también un camino más que prometedor de cara a un nuevo pacto social.
Poner en contexto el actual proceso constituyente es fundamental, pues tras décadas de desgaste, entrar a discutir sobre la legitimidad de la actual Constitución pierde sentido ante su origen espurio y sus contadas reformas. Hoy, lo cierto es que nunca en nuestra historia republicana hemos tenido un ordenamiento jurídico donde la ciudadanía democráticamente haya sido partícipe, lo que nos lleva a preguntarnos ¿está dispuesta la elite política y económica a delegar su poder?
La calle se ha manifestado exigiendo un nuevo orden y la tesis sobre las mayorías silenciosas de los que hoy gobiernan se ha desmoronado estrepitosamente.
Aun así, lo que ofrece el Gobierno es una salida institucional tutelada, donde sean los partidos políticos los que negocien los alcances de esta nueva constitución. Para el oficialismo esta salida es la menos riesgosa, considerando que ya no poseen el control de la agenda, ni mucho menos un relato coherente con las demandas sociales, las que sin duda no pueden resolverse entre cuatro paredes.
Podemos tener diferencias sobre cuál es el mejor mecanismo, pero en lo medular no podemos obviar la necesidad de establecer un nuevo pacto que garantice derechos sociales y trasforme nuestro modelo productivo. Con asamblea o sin ella, definitivamente no volveremos a ser los mismos.
Ahora, ¿cómo quieren ser recordados quienes hoy tienen la llave para destrabar el conflicto?
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