En un año chilenas y chilenos hemos expresado de mil formas que afrontamos grandes males, ahora corresponde mostrar que podemos construir grandes soluciones. Lo que vamos a saber en este Plebiscito es si Chile dará este paso decisivo. Se trata de saber si podemos actuar como comunidad nacional.
Como resultado de lo vivido se nos entregarán dos papeletas en las que tendremos que estampar nuestra respuesta. Se nos pregunta si aprobamos o rechazamos el cambio de la Constitución y si el nuevo texto debe ser redactado por una asamblea de ciudadanos o por una instancia compuesta por una mitad de parlamentarios y otra de ciudadanos electos para este solo fin.
¿Qué tiene que ver el malestar social con estas dos papeletas? Tiene todo que ver. Desde el estallido el cántico que más se repitió en las manifestaciones fue “Chile despertó” y en los muros se leía que “Chile cambió”. Se quería decir que se había tomado conciencia de las desigualdades, injusticias y atropellos, que ya no serían tolerados.
Por meses, las manifestaciones se mantuvieron a sabiendas que detenerse era volver a un letargo frustrado y frustrante. Algo tenía que cambiar para que ya no hubiera marcha atrás. Ese “algo” es el Plebiscito.
Ya sabemos qué es lo que no queremos que siga pasando, ahora tenemos que saber si queremos ser parte en la instalación de una convivencia más acorde a la dignidad de todos. De nosotros depende y a nosotros se nos pregunta.
Por supuesto, si tras un año las manifestaciones públicas estuvieran repitiendo lo mismo que al principio, ya habríamos fracasado. La esperanza de muchos y muchas habría pasado a la frustración colectiva, habría existido una rebelión, pero estaría girando en torno a sí misma sin un objetivo que alcanzar.
El rechazo al cambio de Constitución es afirmar que las cosas pueden permanecer básicamente como estaban y esto se presenta como solución. En un año hemos vivido una verdad que es lo opuesto a esta afirmación.
Se dice que no debiéramos partir de cero, que lo que viene es pura incertidumbre y que no podemos esperar dos años. Pero lo que queremos es partir sin ataduras heredadas de una imposición autoritaria. Sabemos que la participación no es el caos. Si como familia dedicamos años de esfuerzo para llegar a tener un hogar propio, sabemos que construir una casa común (la Constitución) es igual de serio y requiere igual preocupación. Preparar normas de convivencia para medio siglo no es preparar puré instantáneo.
A los expertos constitucionalistas los tendremos siempre y a todo evento. Parlamentarios ya los tenemos y los seguiremos teniendo. Todos ellos disponen de su espacio. Ahora lo que hay que decidir es cuánto lugar se le dará al ciudadano común. Lo que no podemos perder, ya está asegurado, pero hay que abrir un amplio campo a los ciudadanos de a pie para tener algo nuevo.
De ahí la importancia de la Convención Constituyente. Chile es un país de verdad, sabemos que no hay soluciones mágicas, en un solo acto no se soluciona todo de una vez y para siempre. La democracia también tiene su magia, a fuerza de diálogo, perseverancia y entendimiento construye espacios dignos para unos y otras, y hace que una misma bandera flamee para todos.
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