Es de consenso hoy que, durante la década de los 80 y comienzos de los 90, la vivienda social se levantó con un vergonzoso criterio segregador. Y en esta lógica de mandar a los humildes a los extramuros de la ciudad, La Pintana fue una de las comunas más golpeadas.
Así nacieron extensos y populosos sectores - El Castillo, en los 80, y Santo Tomás, en los 90 -, como ejemplos de “barrios para pobres”: viviendas estrechísimas, con altos niveles de hacinamiento, sin equipamientos, servicios ni conectividad.
El resultado lo conocemos. Un proceso regresivo en la calidad de vida para miles de familias, condenadas al aislamiento y el desarraigo, y a sufrir las externalidades propias de la inequidad territorial, como la delincuencia, el desamparo y el narcotráfico.
También se colocan en la fila de estas externalidades la eterna estigmatización de la comuna, que data de su génesis, y el paulatino éxodo de pintaninos hacia otros sectores de la región o del país, que tiene su correlato en la estadística censal.
Mientras en 2002 La Pintana contaba con 189.278 habitantes, en 2017 esa cifra bajó a 177.335, con una disminución de 6,31 puntos.
¿Cómo revertir, entonces, este proceso de deterioro en La Pintana?
Desde la administración municipal que encabezo, hemos dicho que lo primero es sanar. Y, para eso, debemos reconocer la “enfermedad”, asumir nuestra condición de víctimas de la inequidad, con dosis concentradísimas y sistemáticas de verdad. Continuar escondiendo esta realidad es inaceptable. No podemos seguir pidiéndoles a los vecinos que normalicen estas externalidades negativas, porque las experimentan a diario.
Y no hay nada más indigno que desde afuera, que es donde se incuba la estigmatización, te hagan sentir como alguien que alucina con balaceras, fuegos artificiales, basura y hacinamiento. El “aquí no pasa nada” es un cuento que dejamos de creer hace rato.
¿Qué necesitamos, entonces, luego de sanar, para no sufrir una recaída y mejorar la salud de La Pintana?
Claramente, dar inicio a un proceso de reversión, intencionar un círculo virtuoso de construcción territorial.
A diferencia de la mayoría de las comunas del Gran Santiago, La Pintana dispone aún de extensos terrenos para dar espacio al crecimiento de la ciudad. Pero, ¿estamos disponibles para solucionar, de golpe y porrazo, el déficit habitacional de toda la región?
Si se insiste en los criterios de segregación de antaño, la respuesta es no, porque se nos condenaría, en calidad de rematados, al mismo proceso regresivo que hoy nos aflige.
A eso debemos agregar que hay miles de pintaninos en espera de una vivienda y debemos asegurarnos que sean ellos los primeros en la fila.
El cambio de uso de suelo del fundo La Platina, un predio de más de 300 hectáreas, se antoja entonces como la oportunidad de revertir la inequidad territorial en La Pintana, al amparo de la integración social.
Allí las autoridades del ministerio de Vivienda y Urbanismo han propuesto construcción de viviendas sociales, para satisfacer toda la demanda de los allegados de La Pintana y comunas cercanas, pero también viviendas de integración, para ofertar un mejor estándar a los vecinos a los que les ha ido mejor económicamente y que, legítimamente, aspiran a una casa de estándar superior.
Así, los profesionales y técnicos, y los emprendedores de nuestra comuna, no estarán obligados a desplazarse hacia otros sectores de la capital, sino que podrán quedarse en el lugar que los vio nacer, crecer y arraigarse, sin alejarse de sus redes familiares.
Esta modalidad se conoce como “integración social inversa”, ya que, a diferencia de lo que se propone en Las Condes, el desafío no es poner viviendas sociales en sectores de mayores ingresos, sino que llevar hogares de más ingresos donde ya existen viviendas sociales.
Además de retener a nuestros vecinos, estas viviendas atraerán servicios y aumentarán los ingresos por concepto de impuesto territorial de nuestro municipio, que hoy debe lidiar con múltiples necesidades y un escuálido presupuesto.
No podemos seguir acumulando sueños frustrados en La Pintana, y no es razonable que el Fisco de Chile tenga ese terreno botado hace décadas.
En La Platina, queremos concretar el sueño de la integración social; crear barrios modernos con viviendas de clase media, y también con sectores destinados a terminar con el déficit de vivienda social en nuestra comuna, pero de ninguna manera el de toda la zona sur de Santiago.
Un barrio modelo, con parques, servicios y zonas comerciales, que, junto al Metro, el Teatro, el Polideportivo y el Plan Integral El Castillo, debieran sacar a La Pintana del círculo fatal de la segregación territorial.
La Platina se debe proyectar, por tanto, como un modelo nacional de “ciudad justa”, como un esfuerzo cuidado y dirigido que permita dejar atrás, de una vez por todas, la visión segregadora con que hemos construido este país.
Y, desde esta administración, nos comprometemos para que los allegados de La Pintana tengan solución habitacional digna en ese lugar. ¡La Platina para los pintaninos!
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