En el último tiempo hemos sido testigos de una serie de capítulos de una trama que más se parece a una película de terror, que a veces supera la ficción y que si me dieran a elegir, preferiría termináramos viendo una película familiar.
En el debate público ha estado presente con mayor protagonismo el tema de la niñez y la juventud, lamentablemente por hechos dramáticos que ponen al descubierto la realidad que viven miles de niños en nuestro país, y no sólo los abusos y vulneraciones sufridas por nuestros niños institucionalizados en residencias por orden judicial, sino que también las sufridas bajo el cuidado de su propias familias.
El escándalo público motivó una serie de acciones que sólo cabe celebrar, junto con acciones judiciales por los hechos denunciados, una comisión asesora presidencial, el nombramiento de una Defensoría de la Niñez, una serie de cambios institucionales, entre otras, y que a mi juicio van en la línea correcta y en la práctica debieran traducirse en mejoras concretas si se destinan los recursos que se requieren.
Sin embargo y a mi juicio, hay que tener mucho cuidado con tentarse con "Senamizar" el debate o llenarnos de propuestas populares o efectistas, pero que no abordan los temas de fondo.
Por ejemplo, la iniciativa parlamentaria para rebajar aún más la imputabilidad juvenil, bajo el argumento de ser un esfuerzo por detener o prevenir la carrera delictiva a la que se exponen nuestros jóvenes en condición de vulnerabilidad o abandono.
Y la pregunta que me gustaría hacerle a esos parlamentarios es, ¿si ni los padres, ni el Estado se han hecho cargo de esos niños les vamos a transferir a ellos la pena y la responsabilidad?
¿Existen hoy los dispositivos y las instituciones que se hagan cargo realmente de socorrer y resguardar a todos nuestros niños como para decidir como sociedad que criminalizarlos es la solución?
Y más aún, una vez condenados ¿tienen nuestras cárceles verdaderos sistemas de rehabilitación y reinserción?
Me parece que las respuestas a estas preguntas son obvias y por lo mismo, si los "adultos responsables" no hemos hecho la pega es un crimen que quienes paguen por ello sean los propios niños.
Por otra parte, una propuesta local de "toque de queda", de cuya intención no dudo, me lleva a la siguiente reflexión, ¿si un niño está en la calle a las dos de la mañana el problema está en la calle o está en la casa?, ¿lo vamos a devolver al lugar donde no les importa dónde está, o de dónde probablemente arrancó para no ser abusado, entre muchas otras razones?
En el mismo sentido, la iniciativa también parlamentaria, de aumentar las penas de quienes utilizan menores para delinquir, no sólo la comparto sino que además lo hemos venido planteando hace tiempo como una necesidad.
Por todo lo anterior es que la primera premisa que debiésemos convenir es que los niños, en condición de riesgo, abandono o vulnerabilidad, son hijos del Estado, cuando sus padres o algún familiar no pueden o cuando existe negligencia parental "Yo soy tu padre"..., bueno, o tu madre, debiera ser la frase, que debiésemos repetir y no olvidar.
Agosto ha sido instituido como el Mes de la Niñez, desde que Chile ratificó la Convención de Derechos del niño en 1990. Dicho tratado, en el caso de Peñalolén ha servido como una hoja de ruta para nuestra Política Local transformándose en un pilar de nuestra gestión en materia de niñez: igualdad de derechos y no discriminación, el interés superior del menor, derecho a la vida, educación, vivienda y familia, además del derecho a la participación.
También, como Estado podemos impulsar políticas que promuevan la parentalidad positiva, como estamos haciéndolo en Peñalolén, con el programa Triple P, por ejemplo, con el fin de entregar herramientas de crianza a padres y tutores, también el programa Construyendo a Tiempo en comunidad, que involucra a los padres en las actividades que realizamos con los niños, y abordan a través del deporte, valores vinculados al respeto, la convivencia y al cuidado.
Y si bien hemos avanzado, vemos que nos queda mucho por hacer, recuperar los espacios públicos, canchas, plazas, para disfrutar en familia, divertirse y jugar, terminar con las listas de espera en los programas de intervención, mejorar la coordinación interinstitucional etc.
La invitación a esta reflexión es a no quedarnos con la fiesta de la industria, y sólo nos acordemos de los niños en agosto, es a reflexionar de verdad sobre los niños, niñas y jóvenes en Chile, y ocuparnos de verdad en generar y potenciar buenas políticas públicas en su defensa, más que las ofertas de las tiendas.
Éste debiera ser un mes para sensibilizar sobre la infancia y la necesidad de generar espacios para que nuestros niños tengan derecho a soñar y nuestro país sea un buen lugar para crecer y vivir.
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