Viña del Mar, cuya historia se remonta a la división del Valle de Peuco que dio origen a las haciendas “Las Siete Hermanas”, nombre inspirado por las siete colinas ubicadas entre el Cerro Castillo y el Cerro Barón, y “La Viña del Mar” denominada así por los viñedos que fueron plantados en los terrenos del hoy Palacio Rioja.
Esta Viña reconocida por años como la "Ciudad Jardín" pasa por una compleja y preocupante situación. Una ciudad denominada como "Ciudad Bella", hoy más que ser una realidad es una etiqueta que disfraza e invisibiliza su verdadero diagnóstico, un profundo deterioro y abandono.
Somos testigos de una ciudad que cada vez más se aleja del patrimonio y riqueza del cual nos enorgullecía, ese Viña respetuoso con sus balnearios, áreas verdes, espacios públicos, cerros y cascos históricos, que por si solos entregaban una identidad única a nuestra querida comuna.
Pero este deterioro y abandono no ha sido casualidad. Tenemos hoy una comuna con un nivel de endeudamiento y déficit que aún no se conoce con exactitud, tras sistemáticas negaciones a realizar auditorías externas por parte de la Alcaldesa Virginia Reginato.
Nos hablaron primero de $8 mil millones, luego de $13 mil millones y ahora último nos hablan de uno cercano a $25mil millones. Si bien es difícil dimensionar el daño real al patrimonio histórico y financiero comunal, lo único concreto es la preocupante situación por la que vamos encaminados.
Esta situación de deterioro y abandono se observa con mayor fuerza cuando recorremos los distintos lugares de la comuna, donde se respira y se siente la desazón, indignación, resignación. Solo por mencionar algunos puntos, datos y situaciones irregulares que radican finalmente en que paguemos “los de siempre” el costo producto de la nefasta administración municipal.
La histórica Av. Valparaíso invadida por el comercio ambulante que cada vez se toma el espacio público con mayor fuerza, acumulación de basura creciente de la mano con una baja respuesta por parte de la mantención y limpieza de los diversos focos existentes, veredas colapsadas, calles, aceras y pasos peatonales con un notable deterioro, algunos destruidos, sin respuesta alguna de la autoridad local.
Estero de Viña del Mar convertido en un verdadero micro basural y baño público, foco de una contaminación ascendente donde no cabe otro concepto más que insalubridad pura.
Cerros y cascos históricos abandonados, sin una política social de integración y de entender la ciudad como un todo. La segregación socio espacial le está ganando la batalla a la indiferencia de las autoridades. Campamentos en aumento ante una inexistente política de planificación urbana y habitacional.
Índices de delincuencia en aumento y reducción de espacios públicos, licitaciones poco claras, en algunos casos injustificadas en los que a ratos se ve una relación, al menos, cuestionable entre la Municipalidad con algunas empresas y grupos económicos, amenaza de venta de inmuebles municipales para reducir déficit, que dañaría el patrimonio local, sin tener la capacidad de atacar el fondo del problema.
Gasto totalmente fuera de la realidad con personal municipal que alcanza a 2.393 funcionarios, pago de horas extraordinarias humanamente imposibles de cumplir.
Esto último considerando el personal de planta (679) arrojó un total en 2017 de más de 879.000 horas extras, que en promedio sería que cada uno de estos trabajadores haya realizado 107,9 horas mensuales, 27 a la semana.
¿Cómo sería posible esto? haber trabajado en total, 13,4 horas de lunes a viernes, o en su defecto, hacer turnos días sábado y domingo, cada uno de 13,5 horas, sin derecho a días festivos, feriados legales, licencias médicas ni permisos de ningún tipo ( Radio Bío-Bío).
Todo esto amparado por un grupo de trabajadores minoritarios que “prestan servicios” como operadores políticos, que es fiel reflejo de la pésima administración de la Municipalidad del Festival, del Reloj de Flores y de cuanta etiqueta similar.
Mientras a ojos de todas y todos los viñamarinos vemos una ciudad, que a pesar de tener un tremendo potencial y riqueza turística, cultural, social y económica, hoy pareciera estar condenada a un empobrecimiento sistemático, sin visualizar prontamente una salida ni mucho menos un techo a esta triste realidad.
La pregunta que debemos hacernos es quiénes son los responsables.
Y como si esto fuera poco, y lo que genera mayor indignación es ver un Concejo Municipal que mantiene un silencio abrumador, sin respuesta alguna, de una indiferencia que solo puede responder a una nula voluntad política por parte de quienes cumplen hoy un mandato ciudadano para fiscalizar todo tipo de acto administrativo y político a la autoridad edilicia y sus decisiones ¿dónde está hoy el interés real y voluntad por cumplir las funciones que le fueron mandatadas por las y los ciudadanos de Viña del Mar a este honorable Concejo?
Hoy es el turno de los ciudadanos y ciudadanas de hacer frente a esta profunda crisis institucional, somos nosotros, los que debemos levantar las banderas de reivindicar la (re)construcción social, cultural, económica y política de una comuna que está siendo desbaratada por un grupo minoritario, una elite agotada y fatigada. De todos depende hoy ser capaces de defender y recuperar nuestro patrimonio.
El camino a la próxima elección municipal debe ser relatada bajo una causa ciudadana, protagonistas de una nueva historia, y hacer de esta causa nuestra propia causa, con el principal objetivo; recuperar Viña del Mar. El desafío es transformar nuestra indignación en acción.
Esto sin duda nos abre un abanico de oportunidades como lo que significa repensar la ciudad que queremos de manera vinculante y participativa bajo consultas y plebiscitos comunales, reimpulsar el turismo y la inversión público-privada, devolverle la dignidad a su gente bajo bienes públicos que estén al servicio de la comunidad y su entorno, planificación territorial y urbana de largo plazo, barrios y parques integrales que vuelvan a ser seguros y estar al servicio de las familias, lejos de la amenaza de la delincuencia y el microtráfico.
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