Hace unos meses tuve el privilegio de recorrer Medellín a pie, acompañada de Beatriz Rave, una de las urbanistas responsables de la transformación de esa ciudad. La capital del narcotráfico, la cuna de Pablo Escobar, famosa por sus índices de criminalidad es hoy la capital de la innovación de Colombia. Este cambio fue posible gracias a una visión estratégica de largo plazo que combinó infraestructura urbana, inclusión social y desarrollo tecnológico.
En Santiago, los desafíos de seguridad, fragmentación social, pérdida de centralidad y deterioro urbano son evidentes. Pero también lo es su potencial. El corazón de Chile sigue latiendo en esta ciudad. Y quizás hoy más que nunca, necesitamos un proyecto que nos recuerde que las ciudades no solo se habitan: se construyen.
En ese contexto, Santiago Innova emerge como una plataforma con poder transformador. No es solo un centro de emprendimiento o una incubadora de ideas: es una oportunidad para reconectar a la capital con su vocación de liderazgo económico, político y cultural. Así como Ruta N en Medellín articuló al sector público, privado y académico en torno a un propósito compartido, Santiago Innova puede ser el punto de partida de un nuevo ciclo de desarrollo urbano e inclusivo en Chile.
Para lograrlo, debemos imaginar Santiago no como un espacio fragmentado, sino como un ecosistema de talento, creatividad y colaboración. El emprendimiento, la ciencia aplicada, la tecnología con propósito y la innovación social pueden y deben estar al centro de esta nueva narrativa urbana. Pero esto no ocurrirá de forma espontánea: requiere decisión política, inversión sostenida y -sobre todo- una visión que reconozca que el desarrollo es económico, humano y territorial.
La experiencia de Medellín nos recuerda que la transformación es posible cuando la ciudad se pone al servicio de las personas. Santiago Innova tiene hoy la posibilidad de convertirse en el laboratorio de esa nueva ciudad: una capital que no teme innovar, que vuelve a mirar hacia sus barrios, que articula comunidades creativas y que apuesta, con decisión, por ser el motor de un Chile moderno y conectado, donde podemos volver a confiar en el espacio público, en el barrio, en la colaboración como fuerza transformadora.
Santiago tiene historia, tiene identidad, tiene talento. Lo que necesita es una visión compartida y proyectos que convoquen. Santiago Innova puede ser uno de esos proyectos. Puede ser la chispa que encienda una nueva etapa de liderazgo para la ciudad.
La transformación no requiere empezar con una megaobra. Por ahora, podemos comenzar con una caminata. Con mirar el territorio con otros ojos. Y con la convicción profunda de que lo que parece difícil ha sido hecho en otros lugares. Todavía escucho a Beatriz Rave, hablando con orgullo y amor de su ciudad. Nosotros también podemos.
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