La comuna de Independencia, antiguamente parte del barrio de La Chimba, encierra en su nombre una herencia quechua que significa "del otro lado". Un término que evoca imágenes de un Santiago de antaño, donde quienes cruzaban el río hacia La Chimba buscaban lo que en sus propios barrios no hallaban, ya que representaba incivilidades o riesgos. El antiguo hospital San José, destinado a pacientes infecciosos, y otros establecimientos como la morgue o el Psiquiátrico, acabaron ubicados en esta zona, fuera de la vista habitual. La Chimba también era un espacio de fiestas y alegrías, donde los más acomodados cruzaban el río para disfrutar de libertades no permitidas en sus propios entornos. La Carlina, en calle Vivaceta 1226, se erigía como el ícono de estos jolgorios.
Hoy, Independencia revive esta dualidad, pero con un matiz más sombrío. El Hipódromo Chile, un espacio clásico y querido de la comuna, tradicionalmente asociado a la hípica y el encuentro familiar, se ha transformado en un epicentro de masivas celebraciones y conciertos, como el de Año Nuevo, donde las entradas alcanzan precios astronómicos y la fiesta se extiende hasta el amanecer. Este cambio ha alterado drásticamente la vida en los barrios residenciales circundantes. Vecinos enfrentan no solo el ruido y las molestias propias de eventos de gran magnitud, sino también el impacto en su descanso y calidad de vida. Las calles se ven colmadas, hay riñas y la suciedad se hace presente; y la tranquilidad, ya muchas veces precaria, se desvanece.
Lo más alarmante es que este cambio en el Hipódromo Chile, ahora evocando el concepto de "Arena", no se limita a eventos esporádicos. Se anuncia una cartelera constante de espectáculos -de todo tipo- para el 2024, transformando la vida cotidiana de los vecinos en una tortura continua. A diferencia de otros recintos de espectáculos conocidos, como el Movistar Arena, que suelen estar alejados de zonas residenciales y adecuadamente equipados, aquí los eventos ocurren literalmente al lado de hogares y dormitorios. Sin mencionar el impacto de los ruidos, en altos decibles, en los caballos, huéspedes ilustres del hipódromo, y las mascotas de la zona.
La situación ha generado impotencia y amargura profundas entre los vecinos. La esperanza de una solución parece recaer únicamente en la acción judicial, revelando un fracaso en la gestión y protección de los derechos ciudadanos por parte de las autoridades regionales. Independencia, como en los días de La Chimba, vuelve a ser vista como "el otro lado", un lugar donde se permite lo que en otros barrios no se toleraría.
Esta transformación de Independencia plantea un desafío crucial: ¿Cómo equilibramos el desarrollo cultural y el entretenimiento con el respeto a la vida cotidiana y el bienestar de los vecinos? La respuesta a esta pregunta definirá no solo el futuro de Independencia, sino también el carácter y los valores de nuestra ciudad. En la búsqueda de progreso y diversión, no debemos olvidar la importancia de la convivencia armónica y el respeto mutuo, pilares fundamentales de una sociedad saludable y equitativa.
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