Futuro de FILSA

La Feria Internacional  del Libro de Santiago, FILSA, es sin duda un hito enraizado en  la demanda  cultural  de la ciudad. Un espacio  necesario para el libro y sus autores, 36 años  de vida así lo demuestran.  

Y cada año las  reiteradas críticas. Es muy comercial, el público paga caro el acceso, es un negocio para financiar la entidad gremial organizadora, espacios prohibitivos para pequeños editores, etc. Realidades opinables que no son obstáculo para que hasta sus más ácidos críticos pugnen para estar ahí presentes y validarse en ese espacio ferial.

Es que con el paso de los años FILSA ha alcanzado una fuerza propia ineludible que se extiende mucho más allá de su objetivo fundacional, la exhibición de la producción editorial y el contacto del autor con el lector, para compartir este espacio con otras agendas nacionales  políticas, diplomáticas, empresariales o académicas.

Así fue como, en la actual convocatoria, a cuatro meses de inaugurarla aún era incierta su realización  por desencuentros entre las editoriales participantes  y la organización. Un escenario empantanado y sin liderazgo que terminó destrabando un diligente Ministro y un sustantivo aporte monetario del Estado. Primordial era evitar el bochorno diplomático de no tener donde recibir a México, país invitado de honor, que hacía tres años había comprometido su participación. Una situación límite  reveladora de las muchas debilidades que marcan sufuturo.

Es que ya es hora de darle a FILSA una organización sólida y permanente que esté a la altura que se merece. Si  el país ha cambiado en 36 años más ha cambiado el mundo del libro en Chile.

Ha pasado mucha agua bajo el puente desde entonces, cuando la Cámara Chilena del Libro era el único referente para el sector editorial. Pero las fragmentaciones ocurridas en esa entidad, propias de la evolución de la industria, han derivado en que hoy los editores se encuentren en otras organizaciones: Cooperativa de la Furia, Editores de Chile, Corporación del Libro y la Lectura.

Esos editores siguen siendo la columna vertebral de FILSA, los que le dan vida y sustancia cultural con sus catálogos, novedades y autores.Es un anacronismo, producto de la inercia del pasado, que el timón ejecutivo de FILSA dependa aún de una asociación gremial donde ya no están los editores, realidad decisiva de su sesgo actual. Este punto débil de los  organizadores fue precisamente el que tuvo a FILSA 2016 a un tris de malograrse.

FILSA es hoy en el imaginario nacional mucho más que una necesidad gremial de la industria y esto lo hemos construido entre todos. Debemos aprender de los modelos exitosos -el argentino para no ir más lejos- donde quienes conforman la feria internacional del libro se mancomunan en un directorio de acción permanente y consensuada. Sobre esta idea  invito a la reflexión  en torno a cuatro ejes fundamentales para la consolidación futura de FILSA.

Gratuidad en el acceso. En un país de alto analfabetismo funcional derivado de la falta de hábitos lectores  es una aberración poner barreras económicas para acceder a su mayor  feria del libro.

Asegurar un aporte estable del Estado. La resonancia de FILSA la convierte en un espacio indiscutido de generación de lectores y es deber del Estado apadrinarla y posibilitar su gratuidad.

FILSA no debe tener fin de lucro. Su balance debe ser abierto y transparente. Todo beneficio proveniente del auspicio privado debe reinvertirse en el objetivo fundamental de estimular hábitos lectores.

Creación de un Directorio FILSA independiente, organismo responsable de la dirección y curatoría. Integrado por los cuatro referentes gremiales del libro en pie de igualdad y representantes de instituciones relevantes dedicadas al desarrollo de la lectura.

Si no asumimos pronto estos desafíos, correremos el riesgo de dejar a FILSA expuesta a transformarse en un evento que poco y nada refleje la realidad del libro en Chile, olvidando lo primordial, el  compromiso con los lectores y el fomento de la lectura.

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