En 1992, en Paraguay, el doctor Martín Almada, preso político durante la dictadura de Alfredo Stroessner, descubrió miles de documentos que demostraban la feroz represión llevada a cabo por los gobiernos de América del Sur contra aquellos que consideraban “activistas del comunismo internacional”.
El hallazgo de los llamados “Archivos de la muerte” revelaba de modo exhaustivo el proceso y metodología llevada a cabo de manera conjunta por las dictaduras de esa región para eliminar a los opositores. Fue la “Operación Cóndor”, plan de exterminio promovido desde Estados Unidos y acatado perversamente por los servicios secretos y organismos creados para cumplir esa siniestra trama.
Hace una década el sociólogo Naomí Klein publicó “La doctrina del shock”, un ensayo en el que describía como el liberalismo salvaje, doctrina de los economistas de la llamada Escuela de Chicago, liderada por el premio Nobel Milton Friedman, fue impuesta en el mundo con el beneplácito del Gobierno de Estados Unidos.
Lo sorprendente es que para la aplicación del liberalismo o neo-liberalismo se calcó el método psiquiátrico del uso del electroshock que, en los años cincuenta, promovieron los investigadores Donald Hebb y Ewen Cameron, estrechos colaboradores de los servicios secretos estadounidenses.
En ambos casos se utilizó el miedo como hilo conductor para controlar a la población y someterla con la menor resistencia a los dictados del poder.
Chile y Argentina son dos ejemplos de la crueldad utilizada por los regímenes dictatoriales para imponer lo que desde Washington se programaba sin escrúpulos.
Ahora, en Madrid, una obra teatral que se considera la mejor de cuantas están en cartelera, trata precisamente de esa oscura etapa de la historia reciente de Latinoamérica.
Shock (El cóndor y el puma) es su título, es una producción del Centro Dramático Nacional y lleva la firma de cuatro de los más importantes dramaturgos actuales de España. Andrés Lima, que también dirige la obra, Juan Cavestany, Alberto Boronat y Juan Mayorga.
En dos horas y treinta minutos el público asiste a un poderoso y contundente ejercicio teatral en la que seis actores - cuatro hombres y dos mujeres - dan vida a 40 personajes reales.
Es una producción que se inscribe en el llamado teatro documental y, como afirma el siempre trasgresor director y autor Andrés Lima, Shock (El cóndor y el puma) habla de un pasado reciente. De las consecuencias de nuestros actos. De lo infame que habita en nosotros. De la codicia. De la indiferencia. Del terror. Pero también del cambio, de la fraternidad, de la igualdad, de la auténtica libertad. De la belleza que habita en nosotros.
Los responsables de esta obra de teatro que habla con la memoria y el olvido, sostienen que quienes están inmersos en una locura creciente de conflictos para mantener privilegios (Occidente, nosotros, casi todos) son cómplices de tragedias de otras regiones del mundo. En el caso de esta obra, de lo ocurrido en los años setenta y ochenta en Sudamérica.
Esta representación teatral, montaje colosal, se divide en cuatro piezas cortas, un prólogo y un epílogo.
Las piezas, La nada es bella (que incluye escenas protagonizadas por Nixon-Helms. Kisssinger y Elvis Presley). El Golpe (con el protagonismo de Salvador Allende, la Payita, entre otros). El Cóndor y el Puma ( Víctor Jara, Contreras ) y Muerte y Resurrección, que recrea el encuentro de Pinochet con Margaret Tatcher y el hilarante protagonismo de doña Lucía.
También se representa en esta pieza el golpe de Videla en Argentina y la feroz represión llevada a cabo mientras se celebraba el Mundial de Fútbol , en 1978).
Cuatro grandes pantallas en los laterales del Teatro Valle Inclán, con un círculo giratorio negro en el centro del escenario, en el que se desarrolla la mayor parte de la representación, ofrecen escenas reales o proyectan imágenes filmadas en aquellos años de plomo.
A destacar el material audiovisual perteneciente a instituciones públicas y privadas de Chile, como Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Archivo de la Cineteca y el Archivo Patrimonial de la Universidad de Santiago .
Mención especial para los actores y actrices que con plausible versatilidad representan a personajes claves de esta obra.
Ernesto Alterio, insuperable en su recreación de Víctor Jara, del dictador Videla o al jugador Mario Kempes. El veterano Ramón Barea raya la perfección al interpretar a Salvador Allende o Nixon. Las actrices Natalia Hernández y María Morales son aplaudidas a rabiar por sus caracterizaciones de Tatcher y Lucía Hiriart.
Shock, El cóndor y el puma, introduce al espectador en una historia que algunos se empeñan en hacer creer que ya está superada y logra que se implique y se emocione. Justamente lo que se había impuesto el director y autor Andrés Lima cuando aceptó el reto.
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