Chile es el único país del mundo –hasta donde conozco- en el que la diferencia molestosa entre la música selecta y popular se hace ostensible, casi como una lucha de clases.
Esto se ve plasmado, año tras año, en la discusión con respecto al Premio Nacional de Artes Musicales. Hay muchísimos compositores, que han dejado una huella profunda en el sentir y la identidad del pueblo de Chile, pero que no han sido considerados por el jurado de este certamen, simplemente por carecer de educación académica.
La línea que separa la música clásica de la popular es difusa y, en eso los compositores sienten orgullo. Muy por el contrario de nuestra mañosa costumbre de separar la música popular y selecta, a la que incluso le endilgan el título de música docta para hacerlo todo aún más difícil.
Por ejemplo, el genio musical egresado de Harvard, Leonard Bernstein, compuso música para películas famosas como West Side Story y Nido de Ratas, alcanzando una gran popularidad. O cuando Igor Stravinski estuvo en Chile alguien le preguntó si le gustaba el jazz. El ruso, quien era un poquito arisco, se incomodó bastante y exclamó, “¿acaso nadie conoce el ‘Concierto para Ébano’, que escribí para mi gran amigo Benny Goodman?”.
En mi tiempo en el Conservatorio, nos prohibían a los músicos tocar música popular. Y por el conservatorio han pasado músicos como Donato Román, quien en 1935 compuso una “tonadita” bastante popular, “Mi banderita chilena”, cantada hasta estos días por la mayoría de los niños chilenos en las escuelas.
A casi un año de la muerte de la querida y respetada Margot Loyola, yo me pregunto, ¿por qué no crear el Premio Nacional a las Artes Musicales Margot Loyola? Un reconocimiento que premie alternadamente la música popular y la música clásica. Esta gran folclorista e investigadora ha sido la única compositora vinculada a la música popular que ha recibido este máximo galardón y, por estos días en los que su figura es emblema de la música popular y el folclor, la idea de crear una línea que integre definitivamente a este género cobra fuerza.
El Consejo Nacional de la Cultura y las Artes está finalizando por estos días la convocatoria para un nuevo reconocimiento titulado Premio a la Trayectoria en Cultura Tradicional Margot Loyola y nosotros como Sociedad Chilena del Derecho de Autor –de la que formo parte del Consejo Directivo- seguimos promoviendo hasta fines de este mes nuestro primer Premio a la Música de Raíz Margot Loyola, que busca reconocer obras nuevas, creadas recientemente, en el ámbito del folclor y la música tradicional.
Estas iniciativas van en la línea no sólo de destacar a esta relevante figura para nuestra cultura, sino también de dar espacios de difusión para géneros que no tienen suficientes instancias para darse a conocer masivamente pero que poseen un innegable legado para nuestra cultura.
Es tiempo de reconocer a aquellos músicos cuyo trabajo trasciende su aporte académico o su alcance mediático. Músicos como Vicente Bianchi, que en un país donde la poesía se ha perdido, su musicalización de la obra de Pablo Neruda continúa enseñándose en colegios en todo Chile. El mismo Bianchi también ha sido un maestro en el arte de crear conciliando estos dos mundos que suelen separarse, pero que en realidad son expresiones igualmente válidas de la creatividad y el arte: lo selecto y lo popular.
Aquellos compositores de música popular, cuyas obras trascienden al pueblo y el pueblo recuerda y canta como propias, poseen una categoría que sin lugar a duda los hacen merecedores de una distinción acorde a su obra y legado.
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