A propósito del concierto realizado hace algunos días en el Teatro CorpArtes de Santiago en el cual la orquesta Filarmónica de Chile bajo la dirección de un novel y exitoso director chileno interpretó un programa con obras de Tchaikovsky, y dada cierta polémica que se ha producido en las redes sociales, quisiera hacer alguna reflexión.
Por un lado una poco informada periodista de El Mostrador, seguramente con la mejor intención habla de una nueva orquesta, sin saber que no es nueva, y por otro un desencantado Director del CEAC de la Universidad de Chile alega por el apellido “de Chile”, de la Orquesta Filarmónica. Entre medio algunos destacan negativamente el escenario en el cual se realizó el concierto. Afortunadamente estos últimos sin más tribuna que el Facebook.
Sobre el nombre de la orquesta, que en mi personal punto de vista, es lo menos importante a destacar, quisiera sin embargo responder sólo comparando con otros ejemplos que engordan la desgraciada historia nuestra.No sin antes primero agradecer a la Orquesta Filarmónica de Chile por haber creado hace algunos años la Corporación Cultural Orquesta Filarmónica de Chile, y que sobre esta figura, que les permite entre otras cosas acceder a ser reconocido jurídicamente, dan vida y espacio a actividades como la que se acaba de realizar.
La Compañía Copec (Compañía de Petróleos de Chile) fue creada en 1934 por privados, la compañía Soquimich (Sociedad Química y Minera de Chile, actual SQM) fue creada en 1968 por privados, luego traspasada al Estado y vergonzosamente regalada el yerno del dictador, Lan Chile (línea Aérea Nacional de Chile) fue creada en 1929 por el Ejército de Chile y regalada por el mismo Ejército a privados en 1989.
Codelco fue fundada en 1955 con otro nombre con capitales privados y fundada como tal en 1966. O sea, el apellido “de Chile” tiene el mismo pedigrí que ostenta el perro quiltro nacional, sin que haya alguna regulación que determine que el mentado apellido sea causal de discusión y por lo mismo, desde y hacia cualquier parte su origen y destino.
Ahora a lo importante. Hace un par de años tuve la oportunidad de dirigir a la Orquesta Filarmónica de Chile en tres oportunidades. En dos de los cuales se incluyó repertorio sinfónico, incorporando obras como la “Fantasía Coral sobre Temas de Patricio Manns” (de mí autoría) y 4`33`` del norteamericano John Cage. Y otro con obras de cámara donde se incluyó el “Concierto para Flauta Dulce” del compositor y director chileno Wilfried Junge.
La orquesta es integrada por una mayoría de excelentes músicos echados (o como se usa ahora decir, desvinculados) del Teatro Municipal de Santiago por el entonces Director Andrés Rodríguez y mandatado por el alcalde de la época Raúl Alcaíno, junto a nóveles intérpretes de alta calidad musical y personal. Ellos, son la Orquesta Filarmónica de Chile. Una agrupación que suma en sus integrantes la experiencia, calidad, energía y ganas de hacer un buen trabajo.
A propósito del lugar donde fue realizado el concierto en cuestión, puedo decir que posteriormente a mi participación como director de los conciertos que he detallado, le propuse a un ejecutivo del Teatro CorpArtes la realización de conciertos junto a esta orquesta. Bueno, el Teatro estaba comenzando sus actividades y yo preparándome para realizar estudios en el extranjero por lo que en esa oportunidad la iniciativa no fue exitosa. Pero veo ahora con mucha alegría que las cosas están resultando y afortunadamente con algo de impacto tanto en la opinión pública como especializada, a saber por las buenas críticas que ha recibido el concierto en la prensa escrita de los pasquines nacionales y las redes sociales.
Respecto de esto último, o sea del escenario en que se realizó el concierto (que es de propiedad privada y para muchos un altar del neoliberalismo), muchos somos contrarios a la forma en que se deben realizar las cosas en nuestro país, donde hasta la cultura y el arte son parte del negocio capitalista. Pero una cosa es pelear por cómo debieran ser las cosas y otra es cómo las cosas funcionan.
En este escenario, los músicos debemos aprender una serie de habilidades ajenas a nuestro quehacer artístico para de esta manera confeccionar proyectos y vender nuestro arte y de esa forma generar algún sustento que nos dé la energía para seguir adelante. Ya estamos acostumbrados, pero sin que esto signifique que nos gusta. Al final del día, las negras y corcheas llenan nuestras almas, que es lo importante en este paso por la tierra. Y los “cancheos”nuestros estómagos de vez en cuando. En buen chileno “es lo que hay”.
Debo decir en estas líneas, bravo Orquesta Filarmónica de Chile por no claudicar en el intento. Bravo por seguir adelante en la generación de iniciativas que resulten en acciones que dan que hablar. Y bravo por seguir dando espacio a todos en el disfrute de la música, que es lo que nos mueve al final del día.
Como dijera el ministro de Educación de Finlandia en una para nosotros desgraciada comparación respecto de sistemas educacionales, “no sólo es el sistema educacional en sí mismo.Nosotros en Finlandia tenemos cuatro orquestas sinfónicas profesionales por cada un millón de habitantes. Eso hace la diferencia”.
Finalmente parafraseando a Fernando Rosas, “con lo que vale un avioncito de guerra se puede mantener a una orquesta sinfónica por más de diez años”. Y que cierta es esa afirmación cuando sabemos además que para lo único que han servido los aviones de guerra en Chile es para bombardear la casa de gobierno de nuestro propio país. ¿Qué triste no?
Po último va la copla que usualmente acompaña mis letras.
Esas notas que por miles
Vas tocando sin parar
Te agradezco sin cesar
Filarmónica de Chile.
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