Trafkintu: un intercambio ancestral y justo
En la Comunidad Mapuche de Juan Huenchumil en la Comuna de Freire, a sólo 30 minutos de Temuco, se congregan sus integrantes, los niños de la escuela Radal, la Red Semillas Libres, la machi y un pastor Evangélico, todos convocados por Elva Huenchumil.
En la primera parte del encuentro se desarrollan las exposiciones sobre las tradiciones mapuches, experiencias de producción y educación, en un salón de madera amplio y luminoso, contiguo al fogón.
Aquí no hay powerpoint, amplificación, ni punteros laser, sólo la palabra.
Nuestro equipo parlamentario ha sido invitado a exponer la ley de Propiedad Industrial y en especial las indicaciones que presentamos y aprobamos para proteger los conocimientos tradicionales y que prohíbe el uso de los nombre de los Pueblos Originarios y protege sus símbolos al mismo nivel que los de la nación chilena.
Mientras se suceden las exposiciones sobre las ceremonias tradicionales mapuches y en especial sobre el Trafkintu, circulan las sopaipillas, el pan amasado, el café de trigo y el mate. Luego al aire libre se depositan los productos en un largo mesón para inicio al trafkintú. Gallinas, ajíes, papas, semillas, merkén, mermeladas, maíz morado, joyería en plata mapuches entre otros productos van componiendo una diversa y multicolor estantería de comercio ancestral.
Los asistentes recorren el mesón de punta a punta y luego eligen los productos que ofrecerán en el Trafkintu, las gallinas muy quietas con sus patas amarradas parecen adivinar que su suerte no está del todo sellada. Puede ser que la nueva propietaria o propietario la quiera para poner huevos, por lo tanto su destino no está escrito necesariamente en la olla, por ahora.
Es un flujo de intercambio pausado, la quinua por el ají, la mermelada por la gallina, la quila (papas moradas) por el Merkén. No hay inventario que permita describir con precisión las transacciones realizadas. Tampoco logramos saber si hay doble Trafkintu, es decir un nuevo intercambio sobre un producto ya cambiado.
El comercio empieza a declinar, algunos muestran con orgullo los productos adquiridos, en ese momento, Elva pone sus joyas de platería mapuche sobre el banquillo de madera, sólo basta que las levante en sus manos para llamar la atención de los presentes.
Me acerco y rápidamente debo ceder el lugar a una real y legítima interesada, porque los que sólo tenemos dinero, tarjetas o cheque estamos fuera de este mercado.
Imposible ofrecer dinero, en eso los participantes son estrictos, la moneda plástica, impresa o acuñada no tiene curso en esta experiencia ancestral.
Los granos de choclo morado de 5 mil años de memoria genética a los que quisiéramos acceder o los hermosos aros de plata no están a nuestro alcance, porque las monedas modernas aquí están excluidas. Trafkintu o Trafkintú no hay opción, lo único que nos queda es formar parte de la familia miranda tal como miles de chilenos que hacen del mall su paseo familiar con los bolsillos escuálidos, a lo mucho para comida chatarra, aquí reemplazada por catutos, sopaipillas o pan amasado.
Mi gallina por tus aros, es lo que alcanzo a entender, luego que alguien se compadece y traduce, porque el idioma oficial del intercambio es el mapudungún, por lo menos en el saludo y la primera aproximación.
El intercambio está aceptado, la sonrisa de compradora florece en su rostro y no pierde tiempo para colgarlos en sus orejas, sin espejo, sólo con el comentario de las amigas, parientes y conocidos.
Ella sabe que las piezas son soberbias, hermosas y únicas, que en el comercio podrían valer entre 18 y 25 mil pesos. Al parecer hace el cálculo o reflexiona quizás con qué otra medida y le dice a la vendedora anda y elige otro producto, una gallina no es suficiente y reabre el Trafkintu.
Ambas se dirigen para perfeccionar el intercambio, no ante una notaría, ni frente a abogado, simplemente frente a la ética ancestral de un intercambio justo, ese que se resuelve mirando a los ojos, con el cuidado de una tradición marginada y excluida, fuera del Estado, de los impuestos, al margen de la cultura occidental monetarista pero al centro de la ética y sobre todo al centro de un intercambio justo.
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