La selección y yo

Fui una privilegiada con 13 años, de estar en la final del mundial del 62. No recuerdo una visión más espectacular, que desde el lado sur, donde nos encontrábamos con mis padres y hermano, que el llanto de cientos de personas a mi alrededor, que se abrazaban, gritaban y se amaban, aunque no se conociesen. Yo estaba feliz, pero no entendía mucho, la “extrema euforia”. Era mi país, pero aún no tenía claro, que amaba más, si los colores de mi equipo o los de Chile.

Han pasado 54 años. Una vida entera. Una vida donde nunca habíamos sido “ nada “.

Una vida entera donde los fracasos, los “casi casi” fueron nuestro caballito de batalla.

Una vida entera donde la única certeza y oraciones, era para que nuestro país “ no perdiese” por mucho. Rogábamos y pedíamos al Eterno para lograr un “empatecito”. Sin contar, que las matemáticas, era el ramo favorito de nuestro quehacer futbolero. Sacábamos cuenta. Restábamos, sumábamos.

¿Cuándo empezó a cambiar la historia? Creo, que fue en el mundial de Canadá 2007, cuando por vez primera, estos jugadores hablaban no solo de salir entre los 4 primeros, sino derechamente ser campeones. No se logró llegar a una final, pero me entusiasmé con la disposición anímica y la convicción, que en este grupo había un potencial y una diferente visión del clásico pesimismo y el ADN de un país, que creía, que su destino, era la mediocridad y de vez en cuando, unos momentitos de felicidad, pero, que solo eran, eso, momentitos.

La semilla estaba comenzando a brotar. Muchos de esos jugadores emigraron a Europa. A otros continentes. Se empezaban a formar personas con las tremendas ganas de ganarlo todo. Brillaban en clubes importantes. Tuvieron que acostumbrarse, sin mamitas, sin papitos, que los acogían ante cualquier obstáculo. Comenzaron a pararse verdaderos hombres.

El 2007 viene una transformación, que revolucionó al fútbol chileno: la contratación de Marcelo Bielsa. Este hombre, obsesivo por los videos. Estudioso. Vivía y comía fútbol. Medía hasta los centímetros de las canchas, instaló en el ADN de nuestros jugadores una palabra convicción. Alteró sus egos.  Y nos llevó al mundial de Sudáfrica con un punto menos que Brasil, en una campaña preciosa. Con disciplina férrea. Luego renuncia por sus propias convicciones personales y políticas. De quien no acepta la manipulación, corrupción y desorden.

Pasamos por Borghi, que en su afán, de ser amigos de sus jugadores, colocó la mano blanda para tratar a estos astros multimillonarios.

Aparece Sampaoli apóstol y discípulo de Bielsa. Mismas reglas, fútbol de presión, ofensivo, kamikaze. Absorbía hasta la última gota de sus pupilos. Los llevaba a extremos inauditos para nuestra idiosincrasia. Ese estilo, lo había impuesto en la “U”, que los llevó a un tricampeonato y una sudamericana ganada en forma invicta.

Criticado, admirado, amado, odiado. Nos llevó, después de 100 años, a ganar nuestro primer título como selección. Renuncia casi por las mismas razones de Bielsa.

Juan Carlos Pizzi, que titubea al principio, nos lleva a ganar una Copa, que estará en nuestro país por 100 años más.

Los jugadores de aquel mundial 2007: Sulantay entrenador; Toselli, Isla, Medel, Alexis, Carmona, Vidal, entre otros. Porque esta semilla ha logrado que Argentina, que tantas veces nos humilló, debido a que entrabamos vencidos, derrotados antes de jugar, que tantas veces nos hizo llorar de impotencia, que se llegó a acuñar esta frase “se jugó como nunca y se perdió como siempre” ha logrado, cambiar la mirada.

Ya no somos “chilenitos” y ver llorar a Messi y luego verlo renunciar, porque no pudo contra Chile en las dos últimas ocasiones, eso, todo eso, hace que definitivamente esta generación dorada, le cambió la mano, le dobló la mano al destino y hoy estamos entre las 5 mejores selecciones del mundo.

Termino agradeciendo a estos tres argentinos, Bielsa, Sampaoli y Pizzi, que nos enseñaron como valorarnos. Y a la vez pidiendo a la ANFP, que se preocupe del recambio.

La aparición de Puch y el descubrimiento del Gato Silva fue lo mejor para mí. Los demás ya tienen suficientes elogios.

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