Un reciente informe señaló que entre los años 2006 y 2016, 185 niños fallecieron en instituciones dependientes del SENAME, es decir en lugares confiados para su cuidado y rehabilitación.
En otro ámbito, un reciente estudio comparado en 6 países de A.L sostuvo una correlación entre el número de camas psiquiátricas y el número de reclusos en las cárceles: a menor disponibilidad de camas psiquiátricas, aumenta el número de reos en la población carcelaria. En Chile esta relación es de 1 a 46. En cambio en países desarrollados es cercana a 1:1.
Un ejemplo de esta correlación señala que entre 2001 y 2011, las camas psiquiátricas se redujeron en Chile un 70%, en tanto la tasa de reclusos aumentó en un 99%; coherente además con la alta prevalencia de patologías de salud mental en la población carcelaria
Muchos parangones se podrían hacer entre estos hechos y establecer correlaciones. Pero el elemento común entre ambos, es que se refieren a pobres, y de los más, entre los mismos.
El país parece haber asumido a ratos un nuevo conjunto de demandas, propias del ascenso de nuevos grupos sociales. Chile, según el documento Panorama Social de América Latina de la CEPAL, es el segundo país de Latinoamérica con menos niveles de pobreza en 2013, después de Uruguay que registra un 5,7% de pobreza y un 0,9% de indigencia, mientras Chile las cifras son de 7,8% y un 2,5% respectivamente.
Sin embargo este “stock” de extrema precariedad y marginalidad lo viven en Chile en una doble dimensión: fuera de los circuitos de consumo pero también marginados de su calidad como ciudadanos y compatriotas. No tienen la palabra, ni alguien que hable en su nombre. Parias en pleno siglo XXI. Casi no se ven.
A no ser de alguna tragedia que los coloque en el tapete, pero solo por algunos momentos. Los 81 muertos en el incendio de la Cárcel de San Miguel, ¿de qué forma remeció la conciencia moral de nuestro país? Poco rastro hay de eso. ¿Hubiese reaccionado de la misma forma, si las víctimas hubiesen sido de otro segmento social? Hasta la solidaridad y la capacidad de asombro es a veces segregadora.
Chile necesita recuperar su capacidad solidaria con aquellos que padecen esta doble discriminación. No se trata solo de combate contra la pobreza. Se trata que mientras tanto, hay otras tareas de inclusión social que hay que hacer. No hay que esperar que dejen de ser pobres y marginados, para que adquieran plenos derechos de trato y dignidad. Este sigue siendo el principal caldo de cultivo y madre de las batallas de toda discriminación.
La lucha contra la pobreza y la marginalidad no solo es una lucha económica. Es también una tarea ética. Pero mientas el desarrollo social se siga explicando casi exclusivamente por variables económicas, cimentadas bajo los impulsos de la codicia, el éxito y el estatus, los que “fracasen” en ese intento seguirán siendo invisibles o visto como un “stock”.
Lo ocurrido en SENAME indica que es necesario impulsar políticas de rehabilitación social de forma coordinada e integral. Los niños/as de SENAME no son un problema de la justicia, más bien de la injusticia. Corresponde que estén en políticas públicas acorde con el desarrollo social, como lo es el ministerio destinado para eso. Un Ministerio para el Desarrollo y la Rehabilitación social.
Ser pobre entre los pobres, no puede ser una condena, como se suele decir, naturalizada.Hay que dotar de comunidad al desamparo, un lazo social que los devuelva a la sociedad.
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