He leído con amargura la carta al director del Mercurio, que firma el Sr. Guillermo Canales sobre el recordado Dr. Olguín, valiente vicepresidente de la DC, durante los primeros años del Gobierno autoritario de las FFAA.
El Dr. Olguín había sido un contendor duro del Gobierno del Presidente Allende, conduciendo a todo el PDC en una clara oposición a dicho régimen.
Sin embargo, al enterarse del carácter represivo del Régimen Militar, no titubeó en intentar salvar la vida de dirigentes de la UP cuyos nombres no debo recordar, encomendando la peligrosa misión de conducirlos al asilo seguro, mediante un pequeño equipo de seguridad de la JDC.
Una de las integrantes de dicho grupo, bella rubia de ojos azules, porte menudo y aire resuelto, hacía el papel de gentil y burguesa pareja del miembro del Comité Central del partido de la Unidad Popular, para conducirlo, sano y salvo hasta la embajada amiga y alerta, mientras otros supuestos transeúntes, también miembros de la JDC, protegían la operación a la distancia.
Eran tiempos en que la vida de un ser humano no valía en la calle ni siquiera las 30 monedas típicas de la traición.
Han pasado más de 40 años y no recuerdo bien, si eran presidentes de la antigua JDC, los camaradas Ricardo o Gutemberg, ambos queridos, aguerridos, (tan valientes que nunca empuñaron arma alguna, aunque el guatón era bueno pa’ los combos), camaradas de la Escuela de Derecho que ya no están con nosotros por diversas razones que no es del caso mencionar y tal vez, no valga la pena en estos tiempos frívolos de la altanera censura al camarada y de la pérdida absoluta de la fraternidad falangista, donde estar " in" es ser ´progresista, concepto que en mi invencible ignorancia, no alcanzo a entender, situado como estoy en sus antípodas, al nivel del simple militante DC de barriada y tal vez, en tiempos pretéritos, agitador popular DC.
Sin embargo, recuerdo muy bien que fue el Dr. Olguín quien encomendó esta gestión de bajo perfil, pero tal vez, salvadora de vidas a un grupo de camaradas y hermanos de la corriente humanista cristiana cuyos vestigios se pierden hoy, sin compasión alguna, como es de suyo la historia, en la noche más lúgubre de la crónica del PDC, aquel que fue grande y necesario.
No me extraña sin embargo la indiferencia que señala el Sr. Canales, indicando que Don Patricio Aylwin, fue uno de los pocos que visitó al Dr Olguín en su lecho de postrado.
Vaya mi oración de cristiano, conservador y no progresista, por el Dr.Olguín y por Don Patricio Aylwin, pacíficos y valientes, cuyas vidas intachables siempre serán premiadas inexorablemente, con el Pago de Chile, único premio de los estadistas de este singular país.
Vaya también mi recuerdo de amistad, para mis antiguos amigos, tal vez ya no camaradas Ricardo Hormazabal y Gutemberg Martinez, leales y fogosos oradores quienes, sin mediar jamás pituto, prebenda o granjería alguna, le dieron fuerza y vida a la Juventud Democrata Cristiana en sus mejores tiempos, los de oposición definitiva a la dictadura mas oprobiosa que asoló a Chile.
Este es el momento de recordar a los distinguidos camaradas, vivos y muertos que le dieron su vida, sueños y utopías a la Democracia Cristiana a la cual, hoy todos los analistas, plumarios y tartufos de la fauna folletinesca de la chuchoca política nacional, se esfuerzan, entusiasmados por hacer tañir las campanas funerarias del viejo tronco partidario.ante corifeo de nuestra desdicha.
Como dice Ernest Hemingway, dichas campanas están tocando también por ti, vociferante corifeo de nuestra desdicha.
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