Hacia una visión de "ciudadanía" más incluyente

En los últimos años se ha acrecentado la acción de colectivos que reivindican posiciones de diferencia a nivel social, entre ellos, grupos migrantes y colectivos de personas de las disidencias sexogenéricas. Esto ha sucedido en las últimas décadas en diferentes puntos del globo, incluido nuestro país.

Estas reivindicaciones legítimas han ido complejizando el debate sobre los márgenes de lo que entendemos comúnmente como ciudadanía, ya que estas voces denuncian constantemente la violencia, discriminación y desigualdades sociales y económicas a las que están expuestas.

Uno de los logros de la acción colectiva de grupos migrantes ha sido poner en evidencia las matrices racializadas y neocoloniales que estructuran nuestros Estados incidiendo en discursos y prácticas políticas, económicas e interpersonales hacia esos colectivos.

Por otro lado, también se ha visibilizado la hetero(cis)normatividad de los Estados-nación como régimen político; es decir, cómo las sociedades promueven relaciones de poder desiguales entre géneros, cuestionando con ello el estatus exclusivo de normalidad de la heterosexualidad.

¿Cómo esto se refleja en nuestra cotidianidad? Sólo a manera de ejemplo hace unos días veíamos que una renombrada autora extranjera de una saga juvenil enfatizó que estaría dispuesta ir a la cárcel por sus posiciones y comentarios de rechazo a las vidas trans.

Por otro, lado, en la investigación que llevamos a cabo sobre las trayectorias de migrantes sexodisidentes en Chile, emergen algunos casos de personas que nos explican cómo desarrollan conductas "cispassing" y "chile-passing" refiriéndose a que intentan no hablar ni demostrar ningún signo de diferencia cotidiana, particularmente en las calles y en determinados horarios nocturnos, en cuanto a su identidad de género ni tampoco su identidad nacional respecto de las personas chilenas, precisamente por temor a sufrir agresiones.

En ese sentido, es importante tener en cuenta que las diferencias se construyen y organizan en relaciones sistemáticas mediante prácticas institucionales, personales y contextuales y que se vehiculizan a través de distintos discursos, tanto económicos, culturales y políticos.

De esa manera, ciertas características (como ser de otro país, o ser LGTBI+) al ser expuestas cotidianamente a través de diversos medios como "lo diferente", deja naturalizada esa característica como algo fuera a lo común y cotidiano.

El problema es que esas diferencias terminan constituyéndose en "marcadores sociales" lo que pone serios límites y problemas para una inclusión efectiva de estos colectivos. Incluso se pueden desarrollar sistemas de "inclusión perversa", según Bader Sawaia, es decir que estas personas pensadas socialmente como "diferentes", terminen estando dentro del sistema, pero sólo en los espacios menos favorecidos en términos laborales, comunitarios, residenciales, ciudadanos: aquellos espacios que la mayoría no quiere habitar.

En ese sentido, cabe preguntarnos ¿quién tiene derecho a aparecer en nuestra cotidianidad? ¿Quiénes emergen como sujetos excluidos? Los procesos de diferenciación por los que cruzan, por ejemplo, personas migrantes o personas de las disidencias sexogénericas -pero también personas indígenas de sectores populares, entre otros- están incorporados en la forma de vivir y construir la "ciudadanía".

Esto se traduce en quiénes pueden acceder a los espacios públicos y quiénes no; quiénes se ajustan a las normas sociales y quiénes quedan fuera de ellas, así como quiénes son percibidos como una amenaza en estos contextos.

De hecho, hace muchos años la feminista Bell Hooks en su libro "Black looks. Race and representation" nos invita a pensar nuestra cotidianidad y ver qué representaciones de sujeto estamos validando y cuáles no, qué tipos de deseos consideramos comunes y cuáles no y, sobre todo, a escudriñar los tipos de modelos y perfiles de personas que constantemente nos llegan a través de los medios de comunicación, de los discursos políticos, de la literatura y el cine.

Sin duda es una tarea de reflexión que deberíamos asumir de manera diaria para evitar reproducir conductas xenófobas, racistas, prácticas LGTBI-odiantes y otras formas estereotipadas de considerar a diversos colectivos que, legítimamente, reclaman un lugar en nuestra sociedad.

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